Quieren promocionarla y conseguir fondos para construir una pasarela por las cubiertas que desvele los encantos de nuestra seo, como hacen también en Siena, descubriendo preciosos puntos de vista, hallando en las alturas curiosas imágenes. Pero la altura más importante a lograr es la interior, la del alma, que se eleva cuando medita, más que cuando trepa escaleras y sobre el tejado se enseñorea.
Lo único que me da pena, y grande, es que nuestros más egregios templos vayan degenerando, mutando en museos o, peor, parques de atracciones, temáticos, dominados por superficial estridencia. Comprender un templo tan augusto implica vivirlo desde dentro, mucho más que ver rincones antes inexplorados o leer en carteles a veces infantiloides los datos de las muchas maravillas que gestaron los creadores cristianos para el culto, más que para soportar miradas de paseantes curiosos. Cuando he ido a países musulmanes y visité sus mezquitas con recogimiento y respeto, mucho más interesantes me parecieron si seguían activas, abiertas a la plegaria, pues se impregnan de la transcendente función para la que fueron levantadas. Asimismo ocurre con las iglesias y en la soledad sonora podemos descubrir mucho mejor sus misterios en la compañía del Infinito que nos susurra, si queremos, si nos dejamos, si escuchamos.
Hay que recabar fondos para convertir los arbotantes en un paseo, pero no sé si los monstruos seremos más bien nosotros, más que las gárgolas en piedra talladas, serenas, explicando, calladas, los males que nos acosan, las tentaciones y sus horrores. Espero que si se hace sea una construcción discreta, que poco se vea, aunque desde ahí muchos puedan mirar.
La mejor contemplación de una catedral consiste en entra a meditar, callado, sin fotografías, salvo la del interior: ahí se levantan las grandes vistas del Espíritu. Si bien estos tiempos abdominales y donde todo pretende venderse, prostituirse, buscan los beneficios materiales y, a Jesús de Nazaret ya ni le escuchan ni le crucifican, ignorado en un rincón del sagrario, mientras pagando entrada nos cuentan historias, mas la importante es la nuestra.