Llegué con cierto retraso al chalé donde Santiago Álvarez-Barón, ilustre personaje, reunía y guiaba los encuentros palentinos con sus hijos, editando volúmenes sobre la amada tierra natal. Era junio, la yerba fresca en la noche permitía deliciosas expansiones, en sillas unos y otros, pensando cómo hacer que nuestra querida provincia creciera, fuese mejor y más felices sus habitantes. Intelectuales, técnicos, gentes varias daban su opinión y... Al cabo de un rato, en un rincón bajo frondosos árboles, que en la noche tórrida de la Corte, en Madrid, no es suerte pequeña, nos esperaban viandas de las nuestras. Pastas deliciosas elaboradas con místico amor por las monjas, chorizos de matanza y otras exquisitas maravillas, que tenían su denominación de origen, lo que convenía promocionar. No se olvide que Palencia, como buena parte de Castilla, hasta que vino la plaga de la filoxera, era tierra de muy apreciados caldos de uva. En los capiteles románticos del pórtico del Monasterio de San Zoilo, sobre columnas de origen romano, los campesinos aran la viña, símbolo también de la cosecha celeste, después de exprimirla en el lagar, como a nosotros nos exprime la vida para sacarnos el jugo, cuando lo hay.
Hablan estas páginas de que la marca Alimentos de Palencia ha unido ya a ciento setenta empresas, lo que me alegra. Primero porque así los lugareños podrán tomar lo que está cerca y saborearlo como debieran, lo que resulta más ecológico y placentero, pues pudiera ser torpeza estimar lo ajeno cuando lo propio bueno se desdeña, tal vez sin conocerlo. Cerca de mil productos se reparten por comercios y hostelería variada, dando nombre y goce a nuestro terruño. Segundo, esto ayuda a la prosperidad de quienes están cerca, pues la caridad ha de empezar por el próximo, que es prójimo. Adquirir productos locales ayuda al desarrollo del entorno que nos rodea, a su prosperidad, que será, a la larga, la nuestra. Y, además, qué corderos como los que corren por las lomas de rastrojos, qué trigo como el de Tierra de Campos para hacer panes, pastas o lo que fuera. ¿Para qué ir a buscar fuera lo que tenemos dentro?