Tenemos que despertar, intensificar nuestras visiones y las ganas de hacer. Por desgracia nos estamos llenando de luces mortecinas, que nos ciegan por dentro y por fuera, impidiéndonos ver la auténtica realidad. La confusión, en ocasiones, nos deja sin palabras; pero, incluso, en los tramos oscuros y agotadores de este camino, hay que elevar la mirada y conjugar caricias con ella.
No es fácil hallar la senda correcta en un orbe derrumbado por las miserias humanas. Quizás tengamos que hacer en nosotros mismos un alto para escucharnos. Seguramente, entonces, hallaremos otros espacios de convivencia, porque dar la espalda a los lamentos nos hace endurecer el alma, justo aquello por lo que coexistimos, juzgamos y nos preocupamos.
El vacío interior que creamos con este modo de actuaciones, nos cierra la puerta al amor y nos encierra de egoísmos, hasta volvernos injustos, crueles e incapaces de comprender a nadie. A esto hay que sumarle, la violencia y el colapso de desigualdades y absurdos que se siembran a diario por todos los continentes, dejándonos al borde del precipicio.
La mayoría de las naciones no están satisfechas, se sienten políticamente aisladas. Necesitamos el respeto y el apoyo global, porque nuestras propias vivencias humanas nos llaman a enraizarnos entre sí, sin tantas fronteras ni frentes que nos distancien. Hoy, ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente desorientada y en continuo sollozo, es menester acompañar para que no flaqueen las fuerzas y perseverar en la resolución de los problemas.
Es verdad que el mundo tiene que reconstruirse cada día. Por otra parte, si caminando se abren sendas y juntándonos también florecen horizontes, cultivemos el manjar de lo armónico, aunque tengamos los labios secos de esperanza y el pulso de los latidos se halle empedrado. El esfuerzo conlleva ese reencuentro gozoso, nuestra recompensa en suma, que genera confianza e ilumina la vida. Quien no lo ha dado todo no ha dado nada. Evidentemente, una sociedad sólida no se entiende sin tronco común, sin el compromiso de todos sus miembros. Únicamente, de este modo, podremos avanzar hacia el reino de la concordia y de la lámpara. Sumemos, pues, voluntades.