El mayor retroceso como especie pensante, radica en empedrar el corazón de indiferencia hacia el análogo, con lo que este ambiente sobrelleva de inhumanidad y de riesgo permanente de deshumanizarnos. Por si fuera poca la desolación, estamos viviendo fenómenos climáticos intensos, contiendas permanentes; hasta el extremo de reconocer, que la violencia no cesa por doquier lugar del mundo. Ojalá se nos ilumine la mente y el corazón a todos, suscitando sentimientos de fraternidad, solidaridad y acogida. Es nuestra gran asignatura pendiente, aminorar la furia de esta fuerte marea que nos tritura el alma, cuando sabemos que el futuro se cimienta pulso a pulso, con el cuidado mutuo entre generaciones y el intercambio de experiencias.
Si toda arma de destrucción de masas es indigna de la humanidad, esclarezcamos esos abusos ocultos y hagamos justicia, no permitamos que el terror nos contamine la conciencia, hundiéndonos en conductas de riesgo. Hoy más que nunca precisamos de otras capacidades públicas, que graviten alrededor de la vida y no de la muerte. El poder por el poder nos está dejando sin entrañas. La política ya no es tampoco una poética de anhelos. Quizás precisemos hacer un alto en el camino, al menos para cambiar de ruta y lograr oírnos todos, a través de un espíritu democrático global, si en verdad queremos que la humanidad persista y renazca, sin estos huracanes que todo lo corrompen de odios y venganzas.
Indudablemente, no hay mayor ofuscación que continuar en la barbarie como si no pasara nada, cuando debiera producirnos la firme decisión de rechazar el camino del fanatismo, junto con el firme deseo de combatir todo aquello que siembra odio y división dentro de la familia humana, trabajando en comunión para que germine una nueva era de cooperación internacional, inspirada en los ideales más sublimes de solidaridad, justicia y armonía. Desde luego, una concepción del mundo materialista, utilitaria y sin principios morales, nos lleva a que la sociedad se vea gobernada por intereses y conveniencias particulares, que lo único que hace es salvaguardar la crueldad, bajo una atmósfera que no respeta el sentido natural de las cosas, ni tampoco el sano juicio.