Hay que reconocer que la política española en general (y la de Castilla y León no es una excepción) tiene cierto grado de divertimento circense y, a veces, hasta nos retrotrae a las cuadrigas del imperio romano, cuando los generales entraban triunfantes en las ciudades subidos en carros tirados por cuatro caballos.
Si no fuera por el preocupante porcentaje de ciudadanos que vive en el umbral de la pobreza (12 millones de españoles están en situación de riesgo y exclusión social) y otras penurias no menores, el debate público daría para unas cuantas risas. Por eso duele más el creciente y notorio escenario cómico al que parecen asirse no pocos dirigentes políticos de este país, transformados en tertulianos televisivos sin forma ni fondo o apegados a continuas declaraciones altisonantes cuyo objetivo último es la simple notoriedad.
El rifirrafe en democracia es tan sano como el zumo de naranja por las mañanas, pero de ahí a convertir las sedes parlamentarias en permanentes platós audiovisuales hay un amplio trecho. Incluso las habituales comparecencias ante los periodistas son, en numerosas ocasiones, otro altavoz sin más propósito que el zarpazo al contrario (o al de la misma bancada).
Hace tiempo que la política es bronca y de trazo grueso, rozando el insulto personal un día sí, y otro también. Como igual de antigua es la deleznable praxis de muchos políticos por controlar e influenciar entre los informadores, mientras apuntan en listas rojas los nombres y apellidos de aquellos que, en su particular entender, no comulgan con el ideario de las siglas que dicen representar. Y no crean que esto va a disminuir, máxime cuando hay en ciernes tres (¡exacto, tres!) convocatorias ante las urnas de aquí a junio. O sea, que tocamos a cita electoral por cada mes.
Reitero que la disputa y la confrontación es saludable, faltaría más. Pero ¿por qué no se dedican un poco más a gestionar y legislar a favor de todos los ciudadanos y menos a las cansinas cuitas y egos que monopolizan como nunca la agenda política? Así ganaríamos todos.