Las diversas formas de pertenencia representan otras tantas modalidades de compromiso y de participación en los ideales comunitarios. Una cuestión primordial es apartarse de la deshumanización del otro o del enemigo, evitando la incitación al odio y a la violencia. En esto, todo el mundo puede contribuir, debe colaborar humanamente en el partido de su vida, regenerando relaciones olvidadas o perdidas.
Hoy sabemos que las prácticas inadecuadas de gestión de la superficie terrícola y una mala utilización de los recursos hídricos afectan a la erosión, la biodiversidad y la fertilidad del terreno, así como a la calidad y a la cantidad del ciclo hidrológico. De ahí, la grandeza del camino, que no se entiende sin una comunión de vivencias compartidas.
No separemos, entonces, nuestras propias ligaduras armónicas. El sentimiento de dependencia y participación debe obligarnos a reforzar la sujeción de la buena sintonía, con la comprensión necesaria y la escucha suficiente. Al fin y al cabo, el mundo de lo único que precisa es de una prohibición vinculante de los ensayos nucleares y lo que requiere es del beneplácito de todos, al proteger tanto a la humanidad como al medio ambiente de sus efectos destructivos.
Si acaso, debemos llenar nuestros arsenales interiores de ternura, no de armas, que nos dejan sin alma y abandonados en contiendas demoledoras. Indudablemente, la quietud no va a conseguirse hasta que el vínculo de la unidad de espíritu sea real, con una aceptación mutua y un desapego a los intereses mundanos.
Lo importante es que tengamos claro estas conexiones esenciales entre el bienestar humano y la entrega, entre lo que nos circunda y las vías utilizadas, que más que políticas se han de convertir en poéticas, porque las mejoras en las gobernanzas se conseguirán en la medida que los acuerdos institucionales, nos hagan tomar conciencia de lo que somos y hacemos.
Desde luego, si la supervivencia de nuestro planeta depende de la proximidad entre el suelo y el agua, ya que más del 95% de nuestros alimentos procede de estos dos recursos vitales, también nuestra estabilidad humanística proviene de una relación vivida con el corazón.