Sánchez y Feijóo tienen emprendida una lucha encarnizada para llegar al Palacio de la Moncloa, pero se deduce que contiene muchísimas escaleras y además muy empinadas y, por lo tanto, será casi imposible alcanzar la cima sin apoyarse en muletas. Y mientras tanto, el justo intermedio, nos vamos entreteniendo al comparar los precios en temas que nos afectan tanto, como la cesta de la compra..., impuestos..., pensiones..., vacunas....y todos los asuntos básicos del día a día. El último es el precio del aceite. Y ocurren cosas raras. Por ejemplo: Los plátanos están por dentro tan negros como las personas. En cambio, dos mujeres palentinas muy guapas y famosas, han coincidido en gustos --que tomen nota nuestros gobernantes-- y para acudir a un acto importante, han aparecido las dos con vestidos totalmente iguales. Pero exactos. Les ha hecho gracia, y se han fotografiado muy sonrientes, y en franca camaradería, mientras un guardia civil, en medio de las dos, nos muestra cómo se puede coincidir, dando la talla aunque a veces no sea la misma. Y es que todo depende del talante. Y ahora, una obligada pero relativa rectificación, por mi parte: En mi último artículo, al establecer comparaciones y poner ejemplos, dije --Cuando el Cielo, dice en una de sus oraciones: Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.....--. Bueno, pues un sacerdote, muy amigo mío, me dijo: --Ya se ve que rezas poquito, porque esa frase, y en esa oración se sustituyó hace tiempo por... --Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quien nos ofende---. No lo sabía, entre otras cosas porque la mayoría de mis oraciones las improviso en el acto, y al Cielo le cuento mis cosas según me vayan los casos en aquel momento. Y tal vez, por ese motivo nombraría deudas, en lugar de ofensas. Aparte de que me gusta más el primer planteamiento, porque soy capaz de perdonar deudas, dependiendo de la situación económica del deudor, pero jamás perdonaré ofensas cargadas de mala leche. Por lo tanto, sí, me equivoqué en el planteamiento impuesto, pero no en el sentimiento. Y... ¿por qué permite el Cielo tantísimo cambalache de... ahora digo... ahora dije...? ¡A ver si también vamos a discutir por tonterías, teniendo tantos dramas entre manos...!