La perseverancia ha definido la vida del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuya trayectoria ha estado siempre muy marcada por la tragedia. Pese a ello, el demócrata siguió cumpliendo con sus obligaciones en el mundo de la política y, después de dos intentos fallidos por llegar a la Casa Blanca, no se rindió y finalmente logró hacerse con la victoria hace cuatro años.
A sus 81 años, es el mandatario de más edad en la historia de EEUU, un hito que podría seguir manteniendo en caso de que resulte reelegido para el cargo en las elecciones del próximo 5 de noviembre.
Pese al éxito en las primarias de la semana pasada, cuando se convirtió matemáticamente en el candidato del Partido Demócrata, persiste cierto nerviosismo dentro de su formación: las encuestas le sitúan varios puntos por debajo de su posible contrincante republicano, el expresidente Donald Trump, y muchos votantes, incluso algunos de sus propias siglas, expresan preocupaciones sobre su avanzada edad.
Frente a eso, la campaña de Biden recuerda que ha sido subestimado constantemente a lo largo de su vida. En 2020, tuvo que enfrentarse a varias figuras destacadas durante las primarias demócratas para ganar la nominación y, a pesar de un comienzo difícil, persistió hasta convertirse en el candidato, logrando vencer al propio Trump.
Nada parece desalentarle: ni sus años, ni los ataques de la oposición, ni siquiera el informe del fiscal especial Robert Hur, quien le investigó por el manejo de materiales clasificados y le describió como «un hombre mayor con una memoria deficiente, pero de buenas intenciones». De hecho, su lista de despistes y errores no ha parado de crecer en los últimos meses.
Su filosofía aparece encapsulada en su lema de campaña: «Acabemos el trabajo». Estas tres palabras reflejan la constancia que ha marcado su vida y la razón última que lo llevó a postularse para la reelección, abandonando la promesa que hizo hace cuatro años de ser un «puente» para las generaciones futuras.
Biden ha dejado claro que la principal razón que lo ha devuelto al ruedo electoral es el magnate neoyorquino y la amenaza que en su opinión representa para la democracia de la nación norteamericana. Hace apenas una semana, durante su discurso del estado de la Unión, el mandatario contrastó la «honradez y la decencia» que él dice representar frente a la «ira, el odio y la venganza» de su gran adversario, a quien acusó de querer borrar la verdad del asalto al Capitolio de 2021 y de «ceder» frente al presidente ruso, Vladimir Putin.
Para ganar, sabe que debe conectar con la clase trabajadora, a la que considera la «columna vertebral» del país, y para la cual ha gobernado con políticas para favorecer la creación de empleo, invertir en programas sociales y reducir el precio de los medicamentos.
Medidas que buscan dar a la clase media «espacio para respirar», como decía su padre, un vendedor de coches de segunda mano, en una frase que el líder republicano suele recordar en muchos de sus discursos. Y es que su figura no puede entenderse sin sus orígenes humildes en el seno de una familia católica de origen irlandés en la ciudad minera de Scranton (Pensilvania). Este estado del cinturón industrial se decantó por Trump ocho años atrás, pero Biden logró recuperarlo en 2020 y espera repetir ahora la jugada.
Detrás de todos esos viajes y de esas sesiones interminables de estrategia late una ambición política implacable: el actual inquilino de la Casa Blanca intentó sin éxito hacerse con la nominación presidencial demócrata en 1988 y 2008, y en 2016 estuvo a punto de anunciar su candidatura, pero optó por no hacerlo debido a la muerte por cáncer de su hijo Beau.
Junto a la ambición y la perseverancia, su vida también se ha visto acompañada constantemente por la tragedia. No solo tuvo que decir adiós a Beau en 2015, sino que también sufrió la pérdida de su primera esposa, Neilia Hunter, y su hija de un año, Naomi, en un accidente de tráfico en Navidad de 1972, justo después de haber sido elegido senador por Delaware. En ese estado, Biden tuvo que jurar su cargo al lado de las camas de sus dos hijos.
Con el tiempo, el presidente pudo reconstruir su vida. Se casó en 1977 con Jill, la actual primera dama y su compañera inseparable, con la que tuvo otra hija. Juntos ahora disfrutan de la compañía de siete nietos.
Sin embargo, los escándalos a los que se enfrenta otro de sus hijos podrían pasarle factura. Hunter Biden tiene abiertos varios procesos judiciales y está imputado de tres cargos relacionados con la compra y posesión ilegal de armas, que le podrían suponer hasta 25 años de prisión.