Entró el verano en tromba y con él el turismo masivo- tema de moda pero real-que tiene ese aspecto desagradable de masa furibunda y semidesnuda que campa por los actuales clichés de 'haz lo que te dé la gana porque es tu libertad'. Niñas –adolescente, con el culo al aire por el paseo marítimo mandando por el mismísimo a su madre, que no le va a la zaga. Es sólo un ejemplo pero bastante generalizado. Entre ellos la gente que no ha perdido la dignidad aguantando el paisaje. Como mujer siento una profunda pena de que el empoderamiento entendido así, esté afectándonos más a nosotras en este aspecto y en otros muchos ámbitos de nuestra vida. Claro que esto se refiere solamente al ámbito estético, que ya es mucho, porque la pérdida de la dignidad la llevamos asumiendo día a día en este devenir de la vida política en el que la degradación institucional es pavorosa ya que las razones jurídicas se manipulan y retuercen hasta el desvarío, sin ningún pudor, en aras del progresismo buenista. De ahí, el panorama indigno que muestran nuestros políticos entre el insulto a voces y la ofensa personal. Por decreto ley nos cuelan de todo, y los ataques a la libertad y al pluralismo dan miedo. Para llegar a esto, se han tenido que despojar de la dignidad, claro está, e inventarse libertades que llaman progreso, y que alejan al pueblo de su propio criterio y razonamiento, mientras les suban la pensión a los mayores y a los jóvenes les tengan recorriendo botellones y fiestas sin par de punta a punta de nuestra España por un euro.
Yolanda, que trabajar menos. Cuando se ha visto eso. Son las nuevas matemáticas a las que se apunta hasta el apuntador naturalmente. Es la baza que le queda, supongo. Mientras tanto ahí están los menas tiritando de soledad y miedo y Canarias desesperada. Nuestro chico en Wuashington, y el elenco político incapaz de solucionar un tema tan grave.
Nos queda el fútbol. Yamal y sus compañeros: talento y mucho trabajo dicen. Ganó la final y nos hacen felices un rato con la dignidad que nos merecemos, y la cerviz alta un rato en esa consagración de unidad que la mayoría deseábamos. Como la dignidad, cuyo corazón es la libertad consensuada y el respeto a la vida.