Dionisio Lamas Muñoz

Tribunal Libre

Dionisio Lamas Muñoz


La agresividad

30/12/2024

Pertenece al inframundo, donde se encuentran los voceros, los lacayos y los reidores en el reino de la prepotencia. Solo los hombres y mujeres más cultos y sabios de la historia reciente y pasada, en todos los tiempos de la misma, son paradigma de personas pacíficas, dialogantes, sencillas, y amantes de la verdad siempre, en todo momento y en todo lugar, por ello mismo, ajenas a todo tipo de violencia. La desconectividad social en la persona humana, es un perjuicio que afecta a tres cuartos de la humanidad; engendra oscurantismo en su corazón y cerrazón en el pensamiento, aminorando las pautas conductuales en un devenir corto o reducido, y cuyas miras son la propia defenestración interior y exterior del ser humano, por ello mismo, la inconexión del individuo con su entorno, produce una incapacitación para crear diálogo, empatizar con su entorno, y ello mismo genera agresividad como lenguaje violento para comunicarse. El espectro del mal es la agresividad cuyos orígenes se encuentran en todos los trastornos psicopáticos que advienen a la persona a lo largo de su vida y endémico de vidas maltratadas, frustradas con desapego infantil temprano. La persona humana agresiva de regular entendimiento y ansiosa de nombradía, de corta imaginación e indolente  evolución ontogenética, se plasma en seudo gobiernos cesaristas, los cuales pretenden ilustrar a sus pueblos desde la difamación, el descrédito y la mentira permanente; cuyas normas y leyes se encuentran al margen de la legalidad, desiertas del amparo de la justicia, por: injustas, desautorizadas, e inconstitucionales en sus cartas magnas. La agresividad pertenece a la incultura y baja formación intelectual, y las consecuencias se muestran en el acoso en cualquier de sus variantes: físicas y psicológicas, siendo patrimonio de la ira, presente en múltiples desafueros, sumergidos en las tinieblas, que señalan la decadencia humana en sus aspectos sociales, psicológicos y antropológicos. Desde la agresividad se pergeña la distancia social, se abruma a los pueblos con demagogias perversas, se confunde a la opinión pública con discursos falaces. Solo el estudio de la historia y la religión rompe la agresividad y alza la dignidad humana.

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