En el refranero español, plagado de dichos y sentencias, el cambio de año no se libra de estas simplificaciones. «Año nuevo, vida nueva» quizás sea la frase más popular y repetida estos días. El mensaje invita a una confianza irracional que intenta asociar al año que acaba las contrariedades de la vida y espera un giro de la fortuna en el mes de enero que comienza.
Como en todas las proclamas de la sabiduría popular, se trata de un tópico y una generalización absurda que cada persona intentará ajustar a su biografía.
¿Qué tiene que ver el simple tránsito cronológico del 31 de diciembre al uno de enero con nuestras vidas?
Obviamente, nada. Ni siquiera se trata de una efeméride con valor universal. Más de la mitad de la humanidad no celebra esta fecha en sus calendarios culturales.
Personalmente, espero que próximo año la vida no me trate peor que en este que acaba. En gran medida, dependerá de mí.
Incluso en tiempos deplorables o esquivos tenemos motivos para abundar en las cosas buenas con que nos premió la vida. Quizás gocemos de buena salud (algo que sólo parece preocuparnos cuando nos falta). O disfrutemos de una envidiable estabilidad emocional.
En mi caso particular agradezco haber disfrutado de meses de gran productividad en mi estrenada pasión por la escritura. Quizás me sirva el tópico de que se escribe más y mejor en tiempos de zozobra, soledad, angustia, sufrimiento o miedo. Así parecen confirmarlo muchas de las obras maestras de la humanidad. Cuando nos instalamos en una zona de confort, disfrutando de un bienestar burgués, mostramos pereza para emprender el sufrido camino de la creación literaria, como un parto, como un estriptis del alma que nos desnuda y presenta nuestra vulnerabilidad ante los lectores.
Pues bien, si en 2023, un año duro, escribí mucho, en 2024 me ha tratado mejor la fortuna y no he dejado de producir textos. He disfrutado con la gratitud y el ánimo de mis lectores.
Además, en el año que agoniza, he confirmado el cariño de mi familia. Mi madre, mis hermanos y, sobre todo, mis hijas. Jimena y Elvira son hermosas, inteligentes y creativas como su madre. Espero que complementen esa herencia materna con mis principios éticos, innegociables e irrenunciables.
En el año que termina, por caminos antes inexplorados, he conocido personas interesantes, positivas, válidas que seguro que acabarán enriqueciéndome y formando parte de mi biografía emocional. ¡Bienvenidas a mi vida!
Con respecto al año entrante, intentaré ser positivo. Me gustaría no caer en la tentación de odiar a nadie (y mira que me lo ponen difícil nuestros políticos). Odiar no hace ningún daño a la persona odiada, pero destruye y debilita al odiador. No es gratificante. No aporta nada. En el mejor de los casos, conduce a un estado descorazonador de eterna melancolía.
Ojalá la salud me siga acompañando y mi cabeza me permita seguir escribiendo y fantaseando con mis relatos de personajes inventados o sacados de la realidad cotidiana. Todo lo demás se me antoja secundario. El mundo seguirá su curso con independencia de la biografía emocional de cada uno de nosotros. Habrá quien en los próximos meses perderá la salud, el amor, el dinero o la esperanza. Habrá quien, careciendo de esos dones, los encuentre en 2025. Unos morirán y otros se asomarán a la vida. Pocas personas permanecerán inmutables. No será a causa del cambio de año, sino por el simple devenir, por el inexorable avance hacia la fecha de nuestro adiós definitivo. Llevamos toda la vida engañándonos. Hablamos de cumplir un año más, cuando en realidad restamos tiempo a nuestro destino.
No solemos agradecer nuestra felicidad presente (pensamos que la merecemos). Cuando nos falta, la añoramos («¡qué injusto!», nos quejamos). No quiero acabar la columna con una imagen de pesimismo existencial. No es mi estilo. Siempre seré un soñador en busca de tiempos felices, intentando superar los infortunios de una vida larga. Deseo a todos los lectores del Diario Palentino que vean cumplidos sus sueños y que, a falta de fortuna, sean conscientes de los privilegios de los gozan en la actualidad sin darles la importancia que se merecen.
FELIZ CAMBIO DE CALENDARIO.