Estamos en medio de dos guerras. Ambas son enfrentamientos de difícil solución y una potencia dominadora desprecia el derecho internacional. En ambas hay pueblos que reclaman unos derechos históricos en los que bulle la posibilidad de tener un territorio y una historia de futuro. En ambas se enfrentan dos ejércitos desiguales, aunque en la de Ucrania el mundo occidental ha tomado bajo su mano armar al más débil, pero sin intervenir directamente, porque si así fuera de verse Vladimir Putin doblando el espinazo no tendría otro remedio que usar su arsenal nuclear.
En Oriente Medio las interminables protestas por todo el mundo no sirven para nada, porque quien dirige la estrategia occidental es EEUU, y jamás, los republicanos, o los demócratas, van a doblegar a Israel. A diferencia de Rusia, Tel Aviv es un aliado estratégico, está introducido en esa economía oscura en donde los prebostes mandan, y su realidad cultural está más cerca de la nuestra que la de los chiitas de Irán o Irak.
El enfrentamiento de las dos ramas del Islam, chiitas y sunnitas, viene de largo, de la sucesión del califato a la muerte del profeta Mahoma en el 632. Entonces, aquel poderoso imperio que se extendió por el mundo para unos, los sunnitas (Arabia Saudí, Egipto...), lo tenía que dirigir alguien que surgiera de la comunidad de los creyentes, mientras que los chiitas querían seguir la línea de sucesión de la familia del profeta. Han pasado más de 1.300 años y seguimos en lo mismo.
Ese es otro elemento primordial que favorece la crueldad de Israel, cuya estrategia, por mucho que hablen de Dios, es diabólica. Consiste en matar civiles, niños, ancianos... para vengar la locura de los terroristas. Estos son cabezas locas que luchan por su gente favoreciendo su matanza. Qué terrible ironía.
Quién crea que la solución se resume en una frase mal favor hace. Son complejísimas, pero eso no exime a la comunidad internacional por permitir la impunidad de hebrea, sobre todo. La actuación de Benjamin Netanyahu, y su gobierno de partidos ultranacionalistas y ultrareligiosos, es tan terrible y sádica que nos cuesta creer en el derecho internacional, la ONU y otros organismos. Son un brindis al sol.
En ambas bulle lo peor de la guerra: pagan los inocentes. En Israel y Rusia mandan asesinos. En el terrorismo islámico también. Creen que cuantos más inocentes mueran, más se justifican sus atentados. En ambas una extrema derecha desatada tiene vasos de comunicación con los nazis y los fascistas. Vivimos tranquilos mientras nos rodea la tempestad. Nuestra vida sigue como si nada y la guerra también. Hay quien llama a esto geoestrategia.