Queridos lectores hoy, de una manera íntima y emocionadamente sentida, escrita desde lo más profundo de mi corazón, me he tomado la licencia de abandonar los habituales temas -algunos pueriles y poco lustrosos-, para dedicar mi columna a un grandísimo amigo –al menos así lo siento yo- y mejor persona, de aquellas que escasean por este maltrecho y maltratado mundo que nos hemos empeñado en convertir en un auténtico erial. El personaje, dicho sea con todo el respeto y consideración, es Don Rafael, para ser más preciso y concreto, Don Rafael Peinador Tapia, hombre de sobra conocido por sus paisanos.
Celebra su cumpleaños y creo que es de sobra merecido que le dedique unos torpes párrafos desde este medio, Diario Palentino, que tanto disfruta leyendo cada jornada. No me resulta fácil encontrar las palabras precisas que se conviertan en el justo eco de mis sentimientos, por eso espero que sepa disculpar tanta torpeza.
No me centraré en el reconocido prestigio que como pastelero consiguió tras más de treinta y nueve años de oficio, haciendo las delicias de los palentinos desde su pastelería Solete, siendo muy de recordar por todos sus exquisitos roscones navideños y toda suerte de pasteles y hojaldres. Han pasado once años desde su retirada y muchos le seguimos echando en falta. Tampoco me referiré a las múltiples facetas que le acompañan como empresario y hombre de la actualidad informativa, especialmente deportiva. Todo ello siendo relevante no es lo esencial en Don Rafael.
En él, lo definitorio, lo eminente y lo distinguido, es su lado humano, su condición de persona. Hombre atento y detallista, afable y con carácter, profundamente sensible y afectuoso, leal amigo y siempre respetuoso con el contrario, educado en las formas y en el fondo, destaca por su serena humildad y saber estar ante cualquiera.
Don Rafael, hoy quiero manifestarte mi admiración y respeto, mi amistad y mi cariño, pero sobre todo, agradecerte tu cercanía y desearte todo lo mejor para este nuevo año que inauguras. Muchas felicidades y que sigas cumpliendo los años como hasta ahora. Como un Señor, con mayúscula.