Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Con Marciana en Lores

20/09/2024

Se entiende por folclorista a quien estudia y conoce todos los movimientos tradicionales de una comunidad. Sobre todo, a quien sabe transmitirlo en forma y tiempo para que los que vienen detrás lo conserven y a su vez lo transmitan. Hace algún tiempo les hablaba de Carmen, que vivió a la entrada de Santamaría de Redondo, familia del perniano Gregorio Mier Terán, que emigró a México y llegó a emparentar con los príncipes de Mónaco. Pues Carmen era una auténtica folclorista por el conocimiento de costumbres y ritos. Como lo era Marciana, encuentro que hoy rememoro, treinta años después, en su casa de Lores, muy cerca de la Casa del Arco, edificio que data del siglo XI, que fue mandado edificar por un monje de la Abadía de Lebanza, a quien se le atribuye la propiedad de San Roque, una rústica ermita cuya espadaña asoma entre las casas de la localidad y que ejerce actualmente de iglesia parroquial. Marciana de Cosía era una mujer documentada en las costumbres de este pueblo por donde en tantas ocasiones subimos los de San Salvador al puerto de Pineda. Pero hay algo de todo lo que cuenta que no te sorprende. «Ya nada es igual. Aquella alegría, aquel folklore ya no existe». Y le preocupa a últimos del siglo pasado, cuando la entrevisto, la deriva que va tomando allí la vida, el escaso interés de los vecinos, como si leyera el futuro. «Todas las cosas que se hacen en los pueblos reviven cuando se llega a mi edad». «Se bailaba en el portal, hasta cuando llovía. Incluso, se bailaba en albarcas». «Yo le veo totalmente cambiado: en las costumbres, en la convivencia. Antes nos ayudábamos más unos a otros; pedíamos y nos arreglábamos entre todos. Ahora, como todos disponen de cinco duros, nadie se rebaja ante nadie». «Por ejemplo, aquí se metía el prao del toro y todos iban a recogerlo. Iba un vecino, lo segaba, le llevaban el almuerzo y, donde no había varones iban las mujeres a dar vuelta para recogerlo al día siguiente». «Recuerdo una nevada muy grande el día de San José. Tuvimos que hacer un túnel para salir de casa. Aquel año dimos los aguinaldos a los que venían a cantar las marzas, por la ventana».  Marciana recordaba cuando venían los de «Dobres» a por vino a la Venta Urbaneja, con carros que tenían ruedas de madera y cómo, los de Lores, iban a encuartarlos para que pudieran subir «descansaburros» y llegar a Tañuga.

ARCHIVADO EN: Mónaco, México, Casa del Arco