Aún resuena el eco del discurso del Rey, aplaudido por unos, criticado por otros. Vaya por delante que, en mi opinión, don Felipe, por lo menos a mi, no me defraudó. Se nota que sus intervenciones públicas están milimétricamente medidas y que el Rey no dice ni una palabra de más, ni una de menos, para expresar su opinión sobre la realidad del país.
Su alusión clara a la necesidad de regresar a la senda del diálogo y del consenso, su defensa de la Constitución como marco de entendimiento, y su reflexión sobre lo sucedido a consecuencia de la Dana, son los ejes sobre los que no ha invitado a reflexionar.
Les contaré que desde la aprobación de la Constitución en 1978, en mi casa, cada 24 de diciembre, tenemos por costumbre sentarnos delante de la televisión para escuchar el discurso del Rey. Primero fueron los discursos de don Juan Carlos, ahora los de don Felipe, el rey prudente que defiende y representa los valores de la Constitución. Un empeño nada fácil en estos tiempos convulsos.
Que la Casa Real eligiera el Palacio de Oriente para grabar la intervención del Rey, supongo que tenía una motivación. Un escenario solemne y a la vez sobrio, en el que no faltó el árbol navideño, pero en el que se optó por una escueta representación del belén tradicional.
Cada cual tiene sus manías, y yo les confieso que a mí me gusta la Navidad con belenes incluidos. Supongo que muchos levantarán la ceja escandalizados, pero la realidad es que en nuestro país hay una inmensa mayoría de familias que, año tras año, continúan "poniendo" el belén, que más allá del contenido religioso es una de las señas de identidad de la Navidad.
Hace ya muchos años, que un día le pregunté a la escritora y maestra inolvidable que fue Josefina Aldecoa, por qué en su colegio, el colegio Estilo, un colegio laico, en estas fechas "montaban" un nacimiento en el que no faltaba detalle.
Y precisamente Josefina me dio una lección diciéndome que el cristianismo formaba parte de la cultura europea, y que una cosa era la parte doctrinal y otra la "cultural".
Pensé en eso al fijarme en los detalles de la puesta en escena del discurso del Rey.
Dirán ustedes que esto no es demasiado relevante y tienen razón, porque lo importante es el contenido del discurso de don Felipe, de manera que vuelvo al principio: es un alivio que en nuestro país el Jefe del Estado no tenga empacho en defender lo obvio: la Constitución, cuyo texto elaborado por consenso, y su aprobación por abrumadora mayoría ha permitido el periodo más largo de democracia y libertad que ha vivido nuestro país.
Pero ya sabemos que en estos tiempos decir o defender en voz alta lo obvio, resulta casi revolucionario.
Sí, en mi opinión el discurso del Rey fue impecable.