Un día, mientras picoteaba el maíz en el corral, Federico escuchó una historia sobre un león muy popular que vivía en la gran urbe. El león era el centro de atención en un circo de prestigio, realizando acrobacias increíbles y cautivando a la audiencia con su majestuosidad. Federico se sintió inspirado y decidió que quería ser como él. Así que, ni corto ni perezoso, con plumas erguidas y determinación en sus ojos, Federico abandonó el corral y emprendió su viaje hacia la ciudad. Caminó durante cinco días con sus noches, sorteando obstáculos y desafiando a los zorros burlones que se reían de su quimera. Finalmente, llegó al circo y se presentó ante el director. «¡Soy Federico, el gallo!», fanfarroneó con orgullo. «Quiero ser un león y actuar en su circo». El director lo miró con incredulidad. «¿Un gallo queriendo ser león? Eso es absurdo». Pero Federico no se rindió. Practicó sus habilidades sin descanso ni pausa. Saltaba aros de fuego, hacía piruetas en el trapecio y hasta rugía como su admirado ídolo. Y, aunque su cantar no era tan imponente como un bramido, Federico se esforzaba al máximo, incansable. Un día, durante el ensayo general, ocurrió algo inesperado. El león principal enfermó y no pudo actuar. El director miró a Federico y dijo: «Tienes una oportunidad, calienta que sales ¿Puedes hacerlo?» Nuestro protagonista subió al escenario, temblando de emoción y alegría. La audiencia estaba expectante. Y entonces, algo mágico sucedió. No pudo imitar al rey de la selva, pero entonó el tema con toda su alma. Su buen hacer resonó en el graderío, llenando el espacio con una melodía única. La gente aplaudió y se emocionó: no era lo esperado, pero era auténtico. Así, descubrió que podía cumplir sus sueños sin dejar de ser él mismo. El director lo abrazó y le dijo: «Eres un gallo valiente y talentoso». Desde entonces, Federico se convirtió en la atracción principal del circo. Su canto se volvió famoso en toda la región. Y, aunque nunca dejó de ser un gallo, su corazón se sentía tan enorme como el de un león. De este modo, Federico demostró que la verdadera grandeza está en ser fiel a lo innato. No importa si eres un gallo o un león; lo importante es creer en tus sueños y elevar tu propia canción al amanecer.