Más allá de la industria del azúcar en Monzón (Palencia)

Rubén Abad
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El Ayuntamiento de Monzón equipa con todos los servicios los terrenos de la antigua Ebro para captar el interés de las empresas 20 años después del cierre de la molturadora

Más allá de la industria del azúcar en Monzón (Palencia) - Foto: Sara Muniosguren

A diferencia del nabo, que avanza poco a poco hacia su lenta recuperación, lo que no tiene marcha atrás es el fin de la industria remolachera en Monzón de Campos, donde recientemente se cumplieron veinte años del cierre de la azucarera. «Es desalentador que se cargaran una zona entera dedicada al producto y que ahora mismo haya déficit de cultivo», sostiene el alcalde, Mariano Martínez. 

Han pasado 20  años de aquella decisión empresarial que enturbió el devenir económico de un pueblo que no olvida la fatídica jornada, pero el Ayuntamiento quiere de alguna manera pasar página y mirar hacia el futuro. Para ello, está haciendo lo posible y lo imposible por el desarrollo industrial de los terrenos, a los que se ha provisto de red de saneamiento, abastecimiento de agua y conexión a la red eléctrica al objeto de intentar captar la atención de las empresas. En total, 40 hectáreas listas para entrar a vivir.

«No vamos a desechar cualquier tipo de actividad industrial que se nos presente, bien sean energías renovables u otro tipo de sectores», afirma el primer edil, quien es consciente también de las dificultades que presenta la finca en cuanto a su disposición. Y es que esta tiene una forma muy similar a la de un embudo, con un acceso muy estrecho y mucho fondo. De este modo, se requiere para su desarrollo una gran empresa, al resultar prácticamente «imposible» parcelar y convertirlo en un nuevo polígono industrial.

De momento, lo que queda son edificios destartalados, en serio riesgo de derrumbe en algunos casos. Muros caídos, tejados colapsados, pintadas, escombros, amasijos de hierros y maleza forman parte del paisaje de Monzón en las dos últimas décadas en lo que antaño fueron unas instalaciones rentables que dejaban dinero en el pueblo. Las zonas de fabricación o la destinada a la recepción de la remolacha se derribaron, si bien entre los edificios que siguen en pie se encuentran las naves de azúcar, que se salvaron de la demolición a la espera de la llegada de nuevas empresas, pero estas no acaban de hacerlo.

FAYMASA

Una de las compañías que dio el paso de asentarse en los antiguos terrenos de Azucarera Ebro fue Faymasa, que en 2018 se hizo con cinco de las 40 hectáreas de terreno disponibles.

«Ampliar las instalaciones» era la intención por aquel entonces de la firma palentina, que tiene su sede actual en la calle Francia del polígono industrial de Villalobón y comenzó a funcionar en el municipio terracampino en 1972, según destaca en su página web (www.faymasa.com). «Es algo que estaba en nuestra mente desde hace tiempo. Buscábamos terrenos cercanos a la capital», explicaron entonces los propietarios.

Y los encontraron en las antiguas instalaciones que Ebro cerró en 2003, en el pueblo del que desciende la familia. «El compromiso con el entorno, con nuestros clientes y proveedores nos impulsa a seguir creciendo. Por eso, Faymasa ha adquirido cinco hectáreas de terreno en Monzón de Campos, donde construirá una nueva fábrica», señala en su portal web.

59 AÑOS DILUÍDOS COMO UN TERRÓN EN UN CAFÉ

Con el cierre de Azucarera Ebro, la última molturadora de la provincia, Monzón pasó de ser un pueblo industrial a otro agrícola y de servicios. El anuncio llegó al mediodía del 1 de agosto de 2003. Un cierre sin paliativos que suponía el cerrojazo definitivo a la industria del azúcar en la provincia palentina después de que se hubiera asegurado su continuidad tras la clausura, en 1998, de las instalaciones de Venta de Baños. 

En agosto de aquel año se firmaba oficialmente el acuerdo de fin de una actividad que databa de 1944 cuando la azucarera comenzó a funcionar, gracias a un decreto de 14 de diciembre de 1940 que autorizaba a la Sociedad General Azucarera a trasladar una de sus molturadoras de Granada a Monzón, al considerarla una zona «más adecuada para la explotación de remolacha de mayor rendimiento económico», rezaba el texto. 

Una planta de cogeneración con 30 trabajadores, así como la participación de la Junta en un proyecto de una maltería en el pueblo, con una inversión global de unos 30 millones de euros, fue uno de los proyectos que se pusieron sobre la mesa. Ninguno fructificó.