Como en la parábola del sembrador, y como todos los años, las palabras de Felipe VI en su mensaje de Navidad caerán en terreno pedregoso o al borde del camino por lo que las semillas que intenta sembrar en la vida política nacional no florecerán. Los dirigentes del PSOE y del PP han alabado, cínicamente, su reclamación de "serenidad" para rebajar "el ruido de fondo que impide escuchar a la ciudadanía", aunque no están dispuestos a seguir su consejo, porque viven de la discordia, el ataque inmisericorde a la menor oportunidad y frente al diálogo "de altura" que ha reclamado se impone la marrullería, la tergiversación, la imposibilidad de alcanzar acuerdos frente a los variados problemas sociales que están identificados y a los que el rey hizo referencia. La contienda política "a veces atronadora" lo seguirá siendo sin hacer caso a sus palabras
Con el telón de fondo de la dana que asoló la Comunidad Valenciana Felipe VI mostró toda la comprensión hacia las víctimas, su dolor, frustración e impaciencia por lo que pidió que las ayudas lleguen a todos los que la necesite, aunque trato de ser equidistante cuando afirmó que hay una demanda de una coordinación "mayor y más eficaz de las administraciones en la gestión de la tragedia", que acompañó del elogio y reconocimiento a funcionarios públicos y voluntarios que colaboraron para remediarla.
Es una reflexión políticamente correcta que no puede hacer olvidar donde se registró la primera descoordinación que incrementó su dimensión.
El sino de los mensajes navideños del rey es señalar los retos que es preciso abordar para mejorar las condiciones de vida de los españoles, como el acceso a la vivienda. Pero no es suficiente con apuntarlo, aunque no pueda hacer otra cosa por el riesgo que supondría entrar en la lucha partidista, porque las causas que provocan la escasez de viviendas para los jóvenes –"la existencia de una demanda que la oferta no llega a satisfacer"- están bien delimitadas y responden a intereses económicos dispares muy difíciles de conciliar cuando no hay voluntad política de llegar a los acuerdos que Felipe Vi también demandó y que hace que los partidos se olviden de su petición de que "todos los actores implicados reflexionen, se escuchen unos a otros" y su acción política se dirija a la exigencia de trabajar por el bien común.
La misma sensación dejó sus alusiones al problema migratorio que puede desembocar en tensiones que "erosionen la cohesión social". No se puede obviar quienes provocan la "erosión" y quienes no hacen los suficientes esfuerzos para su integración, a los que puede entenderse que iban dirigidas sus palabras cerca de que
"la manera en la que seamos capaces de abordar la inmigración (...) dirá mucho en el futuro sobre nuestros principios y la calidad de nuestra democracia".
Felipe VI dejó en el tintero otros asuntos que abordó en los mensajes de otros años-violencia de género, cambio climático…- y reiteró en cambio otros aspectos que son señas de identidad de sus mensajes navideños, la apelación al consenso que "debe orientar siempre la esfera de lo público" y que los dirigentes de los principales partidos han olvidado, la defensa de la Constitución y el espíritu de concordia de la que nació y el anclaje de España en Europa, sin olvidar que la buena situación económica no oculta que "queda mucho por hacer en materia de pobreza y exclusión social". Fue un discurso lleno de demandas que los políticos olvidarán tras las Navidades.