Algún día recordaremos con nostalgia el año en el que Castilla y León crecía al 4% anual (que es precisamente este). Hablas estos días con los del otro lado del mostrador o de la barra y el "se vende todo" es la expresión más frecuente. Se diría que tenemos un fin de año de sentimiento económico explosivo y que los problemas ( España insólita) se quedan en la barra del bar. Estamos contentos pero estemos prevenidos.
De los tres presentes de los magos en el portal, el oro (valor disparado este año) es el más preciado (el incienso queda para las ruedas de prensa políticas y de la mirra nadie hace uso). En la medida en que la economía son sensaciones, todo indica que el sector primario (+11%, último dato/Carriedo) y las exportaciones generan un sesgo de efecto riqueza que en Navidad se multiplica por cinco dado el giro consumista que ha experimentado esta fiesta.
Que la gente sea feliz es algo que debe prestarnos, que dirían en León. El currante que madruga o el pensionista que se lo ha ganado bien merecen poder disfrutar de un tiempo de excesos y de caprichos. Pero no debemos olvidar los desequilibrios: España es un país con mucha deuda, alto paro juvenil, poco valor añadido en el muy turístico sector servicios y, por todo ello, sumamente expuesto a los vientos huracanados que de cuando en cuando soplan en contra de la economía.
Así que disfrutemos de esta navidad supercomercial conscientes de que en tiempo de escasez cada grano cuenta. Poner en perspectiva el consumo no es sólo practicarlo de modo responsable. También es llevar el tiempo presente al tiempo futuro. Espero que hayan tenido una buena nochebuena y que la nochevieja sea aún mejor. Pero dediquen un tiempo a reflexionar sobre que lo importante para nuestros hijos no es que esta economía sea buena, sino que sea sostenible. Gasten pero no se desgasten. Felicidades.