En una reunión de tertulia navideña, en la estábamos un conjunto reducido, dentro del cual había dos matrimonios, se tocó el tema, ¡cómo no!, de la política, sobre todo por parte de los hombres. Allí, cada cual con sus ideas y preferencias, el asunto fue la nota dominante y, sobre todo, discordante. Una de las esposas, mujer sencilla y encantadora, dijo: --Pues, a mí, el presidente del Gobierno me parece un buen chico.-- La tal expresión dio para mucho y todos aportaron su granito de arena. Todos menos yo, porque de las cuatro mujeres allí presentes, seguramente era la que peor dominaba tan prosaico asunto. Pero sí, en el fondo también pienso que, sin mezclar churras con merinas, el presidente es un buen chico. Su porte clásico, su indumentaria y todo él en general en maneras y en formas al exponer sus ideas, huyen del emberrinchinamiento al que nos someten las voces, los brazos en alto, la chufla, la ironía... Él no. Él, ante su mesa asignada, expone lo que piensa con las manos apoyadas en ella y, al tocarle su turno, y sin inmutarse demasiado, tiende las manos, y con las palmas abiertas responde... se justifica... pero sosegado y tan tranquilo como si hubiera tomado un litro de tila. Quizá, entre líneas, tirará sus puntaditas, pero sin carcajadas irónicas, sin dar pie a respuestas con pitorreo... sin cestos de fruta variada con una doble intención... ¡nada! Allí hay mesura... sonrisa más o menos forzada... y. como le acompaña el aspecto físico, porque el mozo es atractivo... Claro que no siempre se sale con la suya, ¡qué va!, pero sabe aparentar sosiego tras su derrota. Tal vez, si yo supiera hilar más fino políticamente hablando, le encontraría todas esas cosas contraproducentes que la oposición le atribuye, aunque deberían darse cuenta de que jamás, y en ningún país, se quieren con locura las ideas dispares. Pero a mí lo que me llama la atención, es que siempre, pero siempre siempre --como dice la canción-- exista el total desacuerdo. Eso no puede ser, y además es imposible. Por muy distintas que seamos las personas, absolutamente todas tenemos algo en común. Todos, menos los políticos. En política o eres un Arcángel, o eres Satanás. No existe San Intermedio. Pues eso: Que siga San Pedro con sus palmas tendidas y las palmas abiertas como el Cristo del Otero, aunque no siempre se oiga como fondo el: ¡E Ee e e e a ! de nuestra Virgen de la Calle.