Con el paso de los días, la dulce derrota, el apelativo que el PSOE se empeñó en acuñar para ilustrar lo sucedido en las elecciones europeas del 9-J, se ha ido convirtiendo en un tropezón ingrato que el PP ha convertido en dardo para echárselo en cara de forma recurrente.
En Génova se apresuraron a transformar la victoria popular en la palanca que debe servir para aupar a su líder, Alberto Núñez Feijóo, al sillón de la Moncloa al que Pedro Sánchez se aferra con la determinación de un náufrago a una tabla.
De hecho, al día siguiente de que las urnas hubiesen hablado y concedido una ventaja de cuatro puntos a los populares sobre los socialistas (22 diputados frente a 20), el líder de la formación conservadora, Alberto Núñez Feijóo, aseguró que el «triunfo electoral contundente y transparente» que cosechó su partido abre la puerta a una victoria en las generales que les llevará al Palacio de la Moncloa. «Hemos dado la vuelta al marcador, el discurso del miedo no ha funcionado», comentó gráficamente antes de añadir: «El Partido Popular ha sacado un gran resultado electoral, ha vuelto a ganar unas elecciones nacionales».
Con el viento a favor de los casi seis millones de votos que cosechó el pasado 9 de junio (700.000 más que el PSOE), Feijóo ya visualizó una Moncloa teñida de azul. «No solamente vamos a ganar las elecciones generales, sino que vamos a gobernar después de las siguientes elecciones generales», vaticinó en unas declaraciones en la entrada de la sede del PP, donde se habían congregado decenas de afiliados y simpatizantes (incluida la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso) coreando ¡Oa, oa, oa Feijóo a La Moncloa! y ¡Presidente, presidente! para animar el cambio que ya visualizan.
En una clara alusión a Pedro Sánchez, que no le felicitó en las últimas generales pese a haberlas ganado, el líder del PP enfatizó que él y los suyos «habían vuelto a ganar unas elecciones nacionales» y, tirando de ironía, recordó las palabras del jefe del Ejecutivo, cuando crecido por las últimas encuestas que hablaban de remontada, le dijo que no iban a ser «capaces de vencer» y que el PSOE «iba a volver a ganar». «Pero los españoles han dicho lo contrario», exclamó con una dosis de sarcasmo.
En Génova todo el mundo está convencido que el 9-J ha levantado el telón a un nuevo ciclo político que culminará con la derrota del PSOE en las próximas elecciones municipales. «Estamos ante una nueva responsabilidad que la asumimos con humildad y con sentido de Estado. Es evidente que los muros han perdido y los puentes los vamos a volver a construir», apostilló un Feijóo que ya se ve como el sucesor de Pedro Sánchez al frente del Gobierno de España. «Siempre que el PP ha ganado las elecciones europeas ganó las siguientes generales», recuerdan en la cúpula del partido para agitar el deseo de que ese guion se repita otra vez.
Una victoria que Feijóo aprovechó también para reafirmar su liderazgo al frente del partido y para refrendar su intención de ser el candidato en las próximas elecciones generales, sean esta cuando sean.
Esa es otra gran incógnita que se abre ahora. ¿Un Pedro Sánchez maniatado por sus pactos con el separatismo, incapaz de aprobar los Presupuestos y cercado por los procesos judiciales que le salpican, agotará la legislatura o se decidirá a convocar un adelanto electoral? El socialista ha negado esta última opción tajantemente...pero lo mismo hizo con la amnistía o los pactos con Bildu.
Maquinaria activada
El jefe del primer partido de la oposición y sus fieles ya han comenzado a abrir el debate de la necesidad de poner fin a una legislatura «a la que ya le sobran días», según sus propias palabras. De hecho ya ha solicitado a sus barones y cargos territoriales -a puerta cerrada- tener «engrasada la maquinaria electoral» por entender que el actual mandato está «agotado» y no se puede descartar la posibilidad de que puedan convocarse elecciones en cualquier momento.
Además, destacó que hay dos formas de hacer campaña electoral, la tradicional o en redes sociales, que también hay que tener en cuenta, aludiendo así de forma implícita -no le citó expresamente- a Luis Alvise Pérez, que con Se Acabó la Fiesta logró entrar en el Parlamento Europeo con tres escaños y alrededor de 800.000 votos.
El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, se convirtió en un aliado inesperado de las tesis populares cuando deslizó la idea de un adelanto electoral para «no eternizar lo inviable» apelando así al PSOE y al resto de partidos reflexionar tras los resultados del 9-J. Si bien indicó que no es partidario de que se convoquen elecciones «en caliente» ya que, a su juicio, no arreglaría nada, sí que defendió que hay que «buscar una solución realmente válida» que no la da ni un ministro ni un político, sino que se resuelve «en términos electorales», significó.