No solo tendrá que dedicar tiempo a buscar los indispensables apoyos parlamentarios para seguir gobernando. Ahora se le abre un nuevo frente a Pedro Sánchez, y no está en manos de sus dos peones, Bolaños y Cerdán, la solución. Porque los rebeldes no son gentes de otros partidos que en algún caso tienen dificultades para viajar a España porque pueden ser detenidos. No. Se trata de miembros muy destacados del PSOE, que han dicho "basta" a un secretario general que rehúye el diálogo y se mueve en la imposición. Su imposición.
No es nuevo. Las listas electorales se han hecho en Ferraz y no hay diputado que se atreva a romper la disciplina de voto, le debe todo a Pedro Sánchez. Tiene razón García Page cuando se queja de que se le exija que ordene a "sus" diputados que no voten determinada propuesta, que la mayoría de los ciudadanos intolerable: esos diputados no obedecerían al presidente manchego. La práctica totalidad de los miembros del grupo socialista en el Congreso son totalmente dependientes de Sánchez; a él deben cargo, el pan y la sal. Como diría Óscar Puente de forma muy gráfica, y vergonzosa cuando la pronuncia un dirigente que además fue "premiado" con un ministerio: Sánchez es "el puto amo".
Se han rebelado los máximos dirigentes de Castilla y León, Madrid y Aragón. Además de García Page, alejado de Sánchez hace mucho tiempo. Hay marejada en Valencia y Andalucía, y marejadilla en otras regiones que empieza a moverse. Sánchez, candidato único a la secretaría general en el congreso federal de noviembre, será elegido por aclamación. No satisfecho con un resultado que se prevé a la búlgara, ha prohibido que se celebren los congresos regionales antes que el nacional, cambiando nuevamente las reglas de juego.
Está decidido a todo con tal de que no le coman terreno los respondones, los que aspiran a que el PSOE deje de ser el partido manejado por partidos que tienen agarrado a Pedro Sánchez por donde más duele, y le obligan a promover iniciativas que abochornan a cualquier demócrata. Las gotas que han rebasado el vaso de lo aceptable han sido la amnistía y, en los últimos días, el concierto económico para Cataluña y dejar en manos de Bildu la aplicación de la seguridad ciudadana.
Sánchez sobrevive a todo, pero esta vez va a tener difícil salir adelante. Le acosa la presunta corrupción de su mujer y de su hermano; la debilidad de Sumar, su socio de coalición; la ruptura de la llamada coalición de investidura, la pérdida de credibilidad dentro y fuera de España, y el desgaste generalizado de su imagen. Solo le mantiene su ambición, y el hecho constatado de que sobrevive gracias a que la ambición ha impregnado también a sus colaboradores, muy débiles ideológicamente.
Sánchez no ha promovido a los más capaces, sino a los más serviles. Que no es lo mismo que los más leales. Los serviles son muy acomodaticios: se mueven según les conviene.