En la última -y lamentable, como siempre- sesión de control parlamentario al Congreso, Pedro Sánchez volvió a deslizar la fecha de 2027, evidenciando que sigue creyendo que agotará la presente Legislatura, que, por cierto, está batiendo todos los récords mundiales de tensión, irregularidades y falta de operatividad práctica al servicio de la ciudadanía. Ahí está, sin ir más lejos, la precipitada marcha del presidente del hemiciclo, se supone que al recibir la noticia bomba del día: la imputación del Fiscal General por el Tribunal Supremo por revelación de secretos.
Y no, no culpo solo, aunque sí principalmente, al Gobierno, que sigue empeñado en hostigar a quien, posiblemente cumpliendo más o menos acertadamente con su obligación de oposición, le hostiga. Y es que no faltan motivos para hostigar a Sánchez, la verdad, aunque sea lanzando términos tan duros como los que Feijóo le lanzó a la cara este miércoles: "su agonía legislativa va a ser una broma comparada con su agonía judicial", le espetó, antes de gritarle "márchese ya". A lo que Sánchez respondió así: en el PP, "de la A de Ayuso a la Z de Zaplana, tienen ustedes un caso de corrupción para cada letra del abecedario". Menudo ejemplo de falta de clase parlamentaria el que se da al ciudadano desde la principal institución de la democracia. Y eso que, en esos momentos, aún faltaban unos minutos para que se conociese el 'notición' de la imputación, por primera vez en la historia, nada menos que del fiscal general del Estado, que se supone que ahora sí se verá forzado a dimitir, sea, al final, inocente o culpable de lo que se le imputa. Se supone.
Creo, sinceramente, no ya que esto no podrá durar así hasta 2027. Cabalmente, no podemos seguir así ni dos meses más. Ahora, Sánchez se aferra a la posibilidad de que, cediendo lo que sea a Junts, logrará aprobar los Presupuestos -es una posibilidad, no una probabilidad- y también fía mucho de su pervivencia a los aplausos unánimes que espera recibir en el ya inminente congreso federal de su partido, donde sin duda ganará la votación para la secretaría general por un porcentaje superior al ochenta por ciento. Y, sin embargo...
Sin embargo, los nubarrones se han empezado a cernir también sobre el hasta ahora rosado horizonte de este 41 congreso socialista: el 'número tres' del partido, el secretario de Organización Santos Cerdán, se está viendo involucrado en demasiados temas escabrosos como para poder ser reelegido (aunque, al final, sostenella y no enmendalla, puede que lo sea): he leído informaciones escalofriantes de compañeros míos muy solventes en los que se acusa a Cerdán de ejercer presiones y chantajes inaceptables, vigilancias comprometidas, viajes sin explicaciones para negociar con un forajido. Creo que el señor Cerdán nos deba una explicación sobre lo que está pasando en la sede de Ferraz, haya o no por medio -que yo creo que no- bolsas de dinero que entran en la sede, haya o no -que no sé qué creer- concomitancias con el pringoso 'caso Koldo' y con su mentor, José Luis Ábalos.
Lo peor de la política de este país no es que sea de sempiterna confrontación, lo que ya es malo: lo peor es que aquí nunca se dan explicaciones hasta que, peor o mejor -peor, en el caso de la instrucción de la mujer del presidente, que esa es otra-, los jueces y, sí, también, los medios, algunos medios, ponen las evidencias ante los ojos de la opinión pública. Y, así, las mutuas acusaciones de esparcir y generar fango entre los principales partidos del arco político, entre los dos políticos más poderosos del país, causan un escándalo inenarrable: ¿cómo creer en la honradez de la política cuando sus principales artífices se acusan en público de corruptos, por decir lo menos?
La sociedad civil rara vez levanta su voz airada ante lo que está ocurriendo en tantas parcelas de la vida institucional, social y económica, con una clara ocupación de parcelas claves en el Estado y sin dar jamás explicaciones a la ciudadanía, por muchas protestas de transparencia que se hagan desde los escaños de la Cámara Baja. E, increíblemente, los sondeos, para lo que valgan, muestran que casi nada de lo que está pasando pasa factura a quienes lo propician, más allá de la aparición de partiduchos que dicen llegar para acabar con este estado de cosas y lo que hacen en realidad es aprovecharse al máximo de ellas.
Otro fiasco, en suma, en sede parlamentaria, donde el presidente del Gobierno desdeñó responder a las cuestiones concretas que un Feijóo -por cierto ahora sin gafas- especialmente duro le planteaba. Crece el voltaje en los encontronazos parlamentarios, sin que los susurros opacos y culpables en los despachos parezcan capaces de amainar las tormentas: en realidad, todo sigue dependiendo del prófugo, para el Gobierno... y para la oposición, lo que ya da una idea del estado de salud de nuestra democracia. No, señor Sánchez: así no se llega, fíjese, por ejemplo, en el 'susto' de lo del fiscal general -que a ver cómo puede usted afrontarlo-, hasta 2027. Y si, por esos milagros que le depara a usted la diosa Fortuna, se llegase, el país estaría, si usted, la oposición y nuestro cabreo no lo remedian, moralmente hecho jirones.