¿Cómo afrontará Pedro Sánchez los tradicionales corrillos informales con los periodistas en el acto de la conmemoración de la fiesta de la Hispanidad, en el Palacio de Oriente este sábado? El presidente desactivó este viernes las primeras efervescencias informativas acerca de todo lo que está ocurriendo en la febril política española con una rueda de prensa 'controlada' en Roma, tras la audiencia con el Papa; aseguró, como era de esperar, que combatirá la corrupción. Y, como repreguntar es complicado, pues ahí quedan esas comillas para lo que valgan.
Pero no es lo mismo ese contacto 'formal', en el que se mantiene la distancia, que el tumultuoso corrillo puro y duro, en el que los periodistas, a escasos centímetros de la fuente informativa, preguntan todo lo que se les pasa por la cabeza. Y hay muchas cosas, desde el 'caso Ábalos', hasta lo de Begoña Gómez -que seguramente estará presente en la recepción-, que a los no muy queridos chicos de la prensa se nos pasan ahora por la cabeza.
Pienso ir, como todos los años en los que me invitan desde La Zarzuela, como a tantos otros informadores. Y, aunque no soy muy de corrillos --apretones, codazos, y siempre te enteras mal de lo que el acosado/interrogado dice--, esta vez intentaré aproximarme a quien es fuente de todo el poder político en España, a ver cómo responde a tanta información como está apareciendo, de orígenes misteriosos, sobre Koldo y sus andanzas, Ábalos y las suyas, Puigdemont y otras incógnitas sobre las que la transparencia gubernamental no es precisamente el pan nuestro de cada día. Así que la expectación está justificada.
Cierto es que últimamente estas congregaciones de miles de personas, representativas de todos los estamentos de la sociedad, en los salones del Palacio Real, saludando a los reyes en un interminable 'besamanos', estaban rodeadas de gran tensión informativa, porque, definitivamente, la política española de la última década es, sin paliativos, tensa. Pero no recuerdo ninguna ocasión, ni siquiera con el 'affaire' Gürtel planeando sobre las cabezas de los gobernantes del PP, en la que la crispación fuese tan grande como ahora, ni en la que el jefe del Gobierno se mostrase tan visiblemente irritado con el mundo en general y con los jueces y los chicos de la prensa en particular.
Pero Sánchez es un maestro en el disimulo y sin duda aparecerá impertérrito, aunque algo esquivo, ante las aglomeraciones de gentes que se acercarán a pretender estrechar su mano y deslizar alguna frase ingeniosa en sus oídos. Lo que ocurre es que los cazadores de información hemos de estar atentos a cada detalle; a cómo Feijóo intentará desviar preguntas sobre lo ocurrido con la metedura de pata de sus diputados en el Congreso votando a favor de lo que acabará siendo una reducción de penas efectivas a etarras. O a ver qué dicen algunos jueces que por allí andarán, y muchos ministros y diputados 'populares' que usualmente esquivan a los periodistas que intentan preguntarles algo en los pasillos del Parlamento. O a lo que tengan que contar los presidentes autonómicos, interlocutores recientes de Sánchez en La Moncloa. Y, por supuesto, a lo que diga el molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, el primer responsable del Govern catalán que se deja ver en una fiesta 'española' desde hace mucho tiempo y a quien tampoco faltan temas sobre los que interrogarle.
Y habrá que tomar muy buena nota de las presencias (jueces, guardias civiles, muy en boga estos días). Y de las ausencias. No solo de las habituales -nacionalistas, podemitas-, sino de algunas sobrevenidas. Por ejemplo, seguro que no acuden algunos embajadores que otros años sí lo hacían: como el mexicano, el venezolano -en la Asamblea de Venezuela dicen que hay que cortar las relaciones con España y ¡¡acabar con la Monarquía!!-, el argentino y, claro, la representación de Israel, donde están muy enfadados con las posiciones del Gobierno español en Oriente Medio. Menos mal que, como el presidente español ha demostrado, las relaciones con El Vaticano son excelentes, aunque no creo, la verdad, que hasta el punto de que Sánchez acabe canonizado.
Ya digo, va a ser una fiesta de la Hispanidad en la que el propio concepto de la celebración está particularmente contestado por esos países hermanos que antes la celebraban conjuntamente con los españoles. Eso, desde el punto de vista de las relaciones con el exterior. Lo demás va a ser pura tormenta interna. Una tormenta que ríase usted de Kirk, que, al final, no ha sido para tanto. Lo del tornado, digo, que lo nuestro de aquí sí que es una verdadera tormenta.