Pensar en uno de los grandes impulsores del órgano ibérico es pensar en Francis Chapelet. Este organista francés, nacido en París en 1934, ha dedicado gran parte de su vida a promover el conocimiento del órgano ibérico gracias a su labor docente y sus grabaciones.
A pesar de que el propio músico reconoce que su afición «fue tardía», comenzó a recibir los primeros reconocimientos nada más acabar sus estudios en el Conservatorio Nacional de París. Además, fue durante 20 años catedrático de Órgano en el Nacional de Burdeos.
Su vinculación con España, concretamente con Tierra de Campos, comenzó en la década de los 70. Sus amigos y viajes le llevaron a recorrer la región restaurando un buen número de órganos clásicos y promoviendo la disciplina. Estas labores desembocaron en la creación de la Academia Internacional de Órgano de Tierra de Campos, de la cual es director, y de la Fundación Francis Chapelet.
Tras toda una vida dedicada a la música, Chapelet está alejado de los conciertos profesionales. Como cada año, el organista aprovechó el verano para «desconectar» y «buscar tranquilidad» en la localidad palentina de Abarca de Campos que alberga la fundación que lleva su nombre y donde el músico desarrolló gran parte de su labor organística en España.
¿Cómo comenzó su vinculación con Palencia?
Conocí al párroco de Paredes de Nava, que me enseñó el órgano de su iglesia. Según vi el instrumento, lo primero que pensé es que quería tocarlo para ver su sonido, pero no funcionaba la pieza número 14. Le di el contacto de un organero vasco para que lo reparara y, meses depués, el órgano volvió a sonar. A partir de ahí nos volvimos a ver en más ocasiones y comenzó a surgir la idea de hacer una pequeña academia para aprendices de órgano en el pueblo.
Más adelante, fui a otras localidades como Frechilla, Ampudia o Abarca. Estoy hablando de 1975, pero las cosas, a día de hoy, siguen funcionando como antes, puesto que sigue habiendo muchos conciertos.
Una idea que tengo es que el próximo año vengan los alumnos del Conservatorio de Lyon, en Francia.
¿Qué le transmite la provincia?
Un ambiente de calma, pero, sobre todo, me gusta lo que hay musicalmente gracias a la gran cantidad de órganos que aglutina por la riqueza que tuvo la región en el siglo XVIII. La iglesia tenía mucho dinero y había una gran competencia por ver quién tenía el órgano más grande y brillante. Esto es algo que también ocurrió en algunas regiones de Francia y Alemania.
Debo decir que, en Europa, se han encontrado muchos órganos excesivamente reformados y aquí, en Palencia, me he encontrado instrumentos intactos del siglo XVII.
¿Es Tierra de Campos su comarca preferida de España?
También hay otras regiones que me gustan, pero aquí reconozco que me siento bien.
He de decir que la primera que conocí fue la de Covarrubias. Allí tambien hay una colección de órganos fantásticos. De hecho, el primer órgano que conocí y que quise restaurar en España, es de allí. Estaba en muy mal estado, pero ahora ya se está restaurando.
¿Qué significa Abarca para usted?
Es una excepción. Un pueblo con 15 habitantes en invierno, y un poco más en verano, pero con uno de los mejores órganos de España. Alrededor hay también pueblos ricos en instrumentos, como Paredes de Nava, Fuentes de Nava y, sobre todo, Frechilla.
Aquí estoy tranquilo. Nadie me molesta, puedo recibir estudiantes sin problemas, la iglesia está abierta, etc. Tiene una cantidad de ventajas que hacen que Abarca sea único. Todos los extranjeros que vienen quieren volver.
¿Cómo nació su gran pasión por el órgano?
Empezó un poco tarde. He tenido una vida muy movida. Primero, por la II Guerra Mundial, que viví de niño en Argelia. Por aquel entonces, me sentía indiferente respecto a la música. Me interesaba más el mar, la marina y los combates navales.
Al volver a Francia, mis padres me mandaron a una escuela donde había un órgano. Me interesó el sonido que tenía y eso me hizo poner las manos encima. Ya tenía una pequeña formación pianística que había adquirido en Argelia. Poner las manos encima de un órgano me generó mucho interés para seguir tocando. Aun así, empecé tarde. La mayoría de mis amigos empezaron con cinco años y yo empecé con 14. Se podría decir que soy un estudiante tardío.
Se le considera uno de los grandes impulsores del órgano ibérico por sus labores de recuperación de instrumentos y promoción de los estudios. ¿Cómo se ve usted?
Uno de los más grandes del mundo -se ríe-. Hay que bromear un poco con esto. Ya he dicho que soy un organista tardío, no tengo tanto repertorio como muchos de mis amigos. Mi idea era la de enseñar a los organistas que no conocían el órgano español cómo se tocaba el instrumento, ya que la primera vez es difícil. Quería mostrarles cómo se juega con él, cómo se puede hacer música, etc. Cuando era profesor en el Conservatorio Nacional de Francia ya tenía mi casa en Abarca.
¿Algún órgano del que tenga especial recuerdo?
El primero que conocí en España, el de la antigua colegiata de Covarrubias, que ahora se está restaurando.
¿Se siente más querido en Francia o en España?
Es igual. Cuando estoy aquí no pienso en Francia, pero cuando estoy en Francia pienso un poco en Abarca. Hay que estar bien en todos los sitios.
¿Cree que el órgano es un instrumento con futuro en España?
Sí que lo creo. Hay muchos más organistas en España ahora que cuando vine en 1975. Por aquel entonces había pocos, y los que había no sabían tocar órganos clásicos y solo tocaban los modernos. Ahora, muchos jóvenes se han acostumbrado a tocar órganos antiguos, y es una suerte porque hace que estos instrumentos tengan vida y no queden en el olvido como ocurrió el siglo pasado.
Los alumnos del Conservatorio de Lyon, en Francia, van a venir aquí el próximo año. Van a conocer por primera vez los órganos antiguos españoles. Vamos a guiarles para que aprendan a tocar la música española antigua, una música muy particular. Van a estar en un ambiente musical distinto al que suelen conocer.
¿Qué opina de los instrumentos modernos?
Los hay muy buenos. Hay aquí, en el auditorio de Abarca, un órgano moderno que asombra a todos los organistas que vienen. Es un instrumento magnífico y muy bueno. Todo depende de la formación de los organeros. Los hay muy buenos y no tan buenos.
¿Prefiere los clásicos?
No prefiero nada. Hay órganos clásicos malos y muy buenos, al igual que hay órganos modernos malos y muy buenos. Solo prefiero los que sean mejores.
¿Cree que la cultura muscial antes era mejor?
Cada siglo tiene su cultura. La cultura del siglo XVI es como es. Después, viene el XVII; luego, el XVIII, con Mozart; el XIX, con Beethoven; y el XX con Stravinski.
¿Y a quién destacaría del siglo XXI?
Para que no haya celos no destacaré a nadie.
¿Fue suya la idea de la Fundación Francis Chapelet de Abarca de Campos?
No, la idea no fue mía. Luis Arranz tiene la culpa. Fue él quien me sugirió hacer la fundación. Con el paso de los años, he visto que tuvo razón cuando quiso fundarla. El auditorio del pueblo está restaurado y todos los instrumentos de aquí hacen que Abarca tenga una vida musical como ningún otro pueblo. Es el destino el que hace estas cosas y, si no es el destino, son las personas con buena voluntad las que lo promueven.
¿Cree que este tipo de asociaciones favorecen la cultura del órgano?
Claro que sí. Aquí hay varios conciertos al año, incluso en la iglesia del pueblo, que también participa en la vida musical. Hay que dar las gracias a los curas de la zona, que comprenden la utilidad de estas academias y enseñanzas. Todo ello contribuye a a dar vida a los instrumentos y que no sean cuerpos olvidados.
A pesar de estar retirado, ¿sigue tocando el órgano?
Sí, pero no en conciertos porque las manos no funcionan como antes y hay pequeños bloqueos. Toco para mí y para mi placer. A veces improviso, otras toco partituras escritas, etc., pero no me atrevo a dar conciertos. En ciertos momentos de la vida, cuando la edad avanza, hay que saber dejar sitio a los jóvenes.
¿Qué órgano de todos los que ha tocado a lo largo de su vida le ha impresionado más?
Eso es muy difícil de contestar porque hay órganos fabulosos en todos los países. Puedo decir que el instrumento que más me ha impresionado, después de que se restaurara, es el órgano monumental de la iglesia de San Vicente, en Lisboa. El órgano estaba hecho polvo, pero se restauró cuidadosamente y con muchísimo gusto por una grandísima organera de Aragón. Los mejores organistas del mundo conocen este instrumento y saben que es excepcional.
Por otro lado, puedo mencionar también los dos órganos de la catedral de Málaga, que son los más grandes de España, y el de la catedral de Granada, que, actualmente, se encuentra en un proceso de restauración.
Y, por supuesto, el órgano de la catedral de París, un instrumento que, cuando la gente lo toca, se acojona. Ahora se encuentra en restauración por el incendio que hubo en 2019, pero dentro de un año estará terminado y será considerado como uno de los mejores órganos, no solo de Francia, sino tambén de Europa.
¿En qué países del mundo cree que hay buena cultura organística?
En Holanda, sin ninguna duda. También es un instrumento muy importante en Dinamarca. Por otra parte, en Alemania también tiene protagonismo por la fuerte influencia protestante, lo que hizo que el oficio de organista cobrara mucha importancia. Allí, la gente canta fuerte y esas canciones se suelen acompañar con el órgano. Es impresionante entrar en un templo alemán y ver a los coros cantar con un gran volumen en el tono de voz acompañado del sonido organístico.
¿Y en qué países cree que no se valora tanto el instrumento?
En España. Hay muchas regiones en este país donde la gente ni siquiera sabe lo que es un órgano. Muchos de ellos fueron destruidos durante los años de la Guerra Civil y no fueron restaurados.
Hay zonas, como la provincia de Albacete, donde hace unos años realmente quedaban muy pocos. Hay que decir que, ahora, gracias al gran trabajo de un pueblo llamado Liétor, al cual voy a ir en octubre, se ha impulsado mucho la cultura organística, puesto que se llevó a cabo la restauración de un antiguo órgano y también se comenzó a celebrar un festival -Ciclo de Conciertos de Órgano Francisco Navarro-. A raíz de eso, muchos pueblos de la provincia han seguido los pasos de Liétor y han restaurado sus órganos, haciendo que el instrumento no esté tan abandonado en la provincia y manteniendo la esencia del órgano clásico.
A día de hoy, tras todo este trabajo, hay bastante actividad organística en Albacete, pero sigue habiendo regiones donde el instrumento tiene poco protagonismo. Por ejemplo, en Extremadura o en Teruel hay menos actividad que en Palencia.
Hace unos meses tuvo lugar la campaña Un Piano para Abarca con la que se consiguió adquirir uno de 1904. ¿Lo ha conseguido tocar?
Sí. La verdad que no sé cómo consiguieron hacerlo porque el coste era muy alto, pero al final se recaudó el dinero necesario. Esta campaña demuestra que hay mucha gente dispuesta a ayudar.
El piano que se consiguió adquirir es de cola. Las teclas son suaves y es un instrumento muy agradable de tocar. Además, en estos meses que he estado en Abarca, he comprobado que no se desafina, lo que significa que es de una calidad importante. Los pianistas que lo han tocado, que saben mucho más que yo, están contentos con él. Eso sí, después de conseguir este piano, no tenemos casi sitio para nuevos instrumentos. Al estar muchos de ellos en el auditorio, cuantos más haya, menos gente va a caber.
¿Cuántos instrumentos hay actualmente en Abarca de Campos?
En la fundación hay un piano de cola, un piano de cola grande, un piano de cola mediano, el órgano de Luis Arranz, el gran órgano que hice construir para tocar todo tipo de música y una armónica. En total, seis instrumentos a los que hay que sumar el órgano de la iglesia y otro particular que, a pesar de no estar en el auditorio, sí está a disposición de los estudiantes que quieran tocarlo. Cabe señalar que el pueblo de Abarca es el pueblo, no solo de España, sino del mundo, con más instrumentos por habitante. Es un hito del que nos deberíamos sentir muy orgullosos.
¿Cuáles son los momentos de su vida que más recuerda?
Recuerdo mucho los momentos en los que asistí a varias batallas navales de la II Guerra Mundial.
Otra cosa importante son los viajes que he hecho. He viajado mucho, no solo para ver lo que me gustaba, sino también por mi trabajo, que me ha llevado a restaurar órganos en países de Latinoamérica y a vivir momentos impresionantes.
Respecto a los viajes, también me han gustado mucho los viajes marítimos que he podido hacer a lo largo de mi vida. En este sentido, debo decir que he tenido mucha suerte. Mi padre era pintor de marinas y eso me permitió embarcarme en grandes compañías de navegación, incluso en barcos de guerra. Dentro del mar he llegado a hacer cuatro viajes bastante largos.
¿Diría que la guerra marcó su vida?
Sí, pero debo decir que la viví de niño. Cuando mis amigos y yo éramos pequeños no percibíamos los peligros que había, incluso cuando se produjeron bombardeos importantes. Al ser pequeños, nosotros pensábamos que todo lo que estábamos viendo eran espectáculos y no realmente una guerra. Estoy hablando de hace muchos años, cuando ni siquiera sabía nada de mi pasión por la música y el órgano.
De no haber sido organista, ¿a qué se hubiera dedicado?
Probablemente hubiera sido marinero. También me habría gustado ser pintor, ya que así habría podido seguir los pasos de mi padre. De todas formas, abandoné la pintura marina muy pronto, ya que sabía que si seguía por ese camino todo el mundo me compararía con mi padre. Eso no está bien, cada uno tiene su propio estilo, su propia técnica y su propia personalidad. No me gustan las comparaciones.
De todas formas, aunque haya sido durante poco tiempo, me quedo con la satisfacción de que, en determinados momentos, he podido pintar para mí. De hecho, en alguna de las ocasiones en las que hemos restaurado un órgano, me he dedicado a pintarlo con un paisaje de fondo.
¿Cómo ha pasado el verano en Palencia?
La palabra perfecta es tranquilo. Estar en Palencia, concretamente en Abarca de Campos, es como estar en un claustro. No hay mucho movimiento por el campo.
La mayor parte del tiempo la destino a dar paseos, estudiar, pasar tiempo con viejas amistades y disfrutar de las comidas típicas. Todo esto contribuye a que el verano sea uno de los momentos más especiales del año, y espero que lo siga siendo durante muchos más.
¿Le da pena regresar a Francia?
La verdad es que no. Debo reconocer que allí también estoy muy bien. Al igual que aquí, en Francia tengo instrumentos que tocar, amigos o buenos parajes para pasear, entre otras cosas.
Vivo en la región de Périgord, en el suroeste de Francia, a aproximadamente 100 kilómetros de Burdeos. Es una zona bastante turística y con muchos bosques y vegetación en los alrededores. Es todo lo contrario que aquí, donde los parajes son más secos y llanos y no hay mucho turismo.
¿Cuándo volverá?
Este mismo invierno vuelvo a España. Tengo muchas cosas que hacer aquí. Incluso antes, en octubre, también vendré. Concretamente, voy a ir a Liétor para ver a unos amigos.