Economía de guerra. La expresión, seca y explícita como pocas, ha vuelto a aparecer en la opinión pública y esta vez su mención hay que anotársela a la Unión Europea, que la ha rescatado a la vista de la escalada verbal en torno a los últimos acontecimientos de la guerra entre Ucrania y Rusia pero también debido a la persistencia del conflicto en Oriente Medio entre Israel y Hamás. La expresión tiene un significado al que posiblemente en España no se le ha prestado excesiva atención porque hay otros asuntos que en términos sociales acaparan de forma prioritaria la atención. El narcotráfico en Andalucía primero, las tractoradas en toda España más tarde y, ahora mismo, el episodio de las mordidas con las mascarillas, han logrado que el mensaje pasara desapercibido. Y sin embargo, el aviso está ahí, tal como se desprende de las palabras recientes del comisario europeo de Mercado Interior, quien ha recomendado a los socios de la UE que empiecen a pensar en pasar a una economía de tal tipo porque es necesario abastecer a Ucrania -aludía en términos estrictamente armamentísticos- y por nuestra propia seguridad. Más claro no pudo ser. Y si a sus palabras se añaden las de otros dirigentes europeos en la misma línea y la recomendación generalizada de aumentar el gasto militar, por si acaso, no hace falta explicar más. El temor es el temor. En resumen, se va destinar más dinero a fortalecer los ejércitos del continente, medida que guste o disguste parece necesaria a la vista de ese conflicto cercano y de otro algo más lejano y un poco más al sur. La expresión seguramente es conocida en el ámbito doméstico, especialmente cuando circunstancias adversas de diversa índole han obligado a muchos hogares a restringir en un momento determinado ciertos gastos para afrontar otros más perentorios. No es nueva, pues, pero en este caso concreto cuando se anuncia a los cuatro vientos que conviene ir pensando en pasar a una economía de guerra y que la medida afectaría a todos los socios de la Unión Europea, sería de agradecer una explicación sobre los gastos que pueden ser recortados en beneficio de otros. Dicho de otra forma, cabe la posibilidad de que nos veamos obligados a escoger entre cañones o mantequilla. Atentos.