Editorial

Adquirir productos de imitación tiene consecuencias negativas

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No son pocos los palentinos que quieren ver una calle Mayor con muchos más comercios. Comprando productos falsos seguro que no se consigue

Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado requisaron durante el pasado año 1.244 objetos falsificados en la provincia, una cifra que aumentó la friolera del 219,7% respecto a 2022. Si miramos los datos de la última década, el total de productos interceptados asciende a 74.011. En principio, más de un palentino pensará que comprar un artículo ilegal no tiene consecuencias, pero en realidad sí.

El pequeño comercio local, que en estos momentos, para más inri, tiene otros grandes retos por delante, como la venta por internet de las grandes superficies, es el primer gran damnificado. Comprar unas zapatillas, una camiseta o un juguete por cauces de dudosa legalidad provoca que el empresario pierda clientes y, por tanto, dinero. Y eso genera una bola que también afecta a los trabajadores y, después, en el resto de la ciudad. Es cierto que el comprador se ahorra unos euros por un objeto que, en algunos casos, como admiten los vendedores, es prácticamente imposible detectar si es original, pero este beneficio se queda ahí. No hay más. Hasta el estado pierde por estas adquisiciones, ya que el mercado negro aún no paga impuestos, lo que provoca, en último caso, que la compra-venta de estos productos limite la acción de las administraciones públicas al recaudar menos.

Eliminar ese cierto egoísmo de la población que tira por la vía de la falsificación para presumir de algo que realmente no es así es una de las tareas a realizar para no favorecer los delitos contra la propiedad industrial. Es una tarea complicada que requiere una acción multidisciplinar, pero que las propias marcas podrían facilitar destacando el trabajo que existe detrás de las zapatillas, la camiseta o el juguete adquirido. Es decir, lo que esconde la marca detrás del símbolo que quieren enseñar de forma más barata y sin pasar por el peaje del elevado coste.

En segundo lugar, tras escuchar a los vendedores, es necesario que haya una mayor acción contra estos productos. Quizá esto no se tenga que llevar a cabo en Palencia, provincia que, con toda seguridad, únicamente será punto de destino, ya que no tiene aeropuerto, ni puerto, ni aduana, ni grandes centros de distribución mundial. Sea donde sea, el control tiene que reforzarse. Sabemos que es un trabajo ingente y que requiere grandes esfuerzos, pero el Gobierno e incluso la UniónEuropa tienen que ponerse manos a la obra en este asunto.

No son pocos los palentinos que quieren ver una calle Mayor con más comercios abiertos, pero hay algo totalmente seguro: esto no se consigue adquiriendo productos falsificados.