La cueva Manchón

Fernando Pastor
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La oquedad se encuentra en el denominado pago de Cabezo de Montoyo, en Dueñas, a dos kilómetros del casco urbano.

La cueva Manchón

En el pago denominado Cabezo de Montoyo, de Dueñas, existe una oquedad en el terreno sobre la que se especulaba su naturaleza. 


¿Sería una antigua casa-cueva de las que antaño servían de morada a las personas más desfavorecidas en numerosas localidades cerrateñas? ¿Sería vestigio de una antigua yesera, también muy numerosas en esta comarca? ¿Un refugio de pastores, leñadores o cazadores? ¿Altares? Tales eran las especulaciones acerca de esta cueva ubicada en el monte, a dos kilómetros del casco urbano.


Recientemente se ha desvelado el misterio. El historiador Álvaro Pajares ha descubierto en el Archivo Provincial de Palencia un documento que desvela que se trata nada menos que de una ermita subterránea.

La cueva ManchónLa cueva Manchón


Este documento, fechado el 2 de noviembre de 1616, hace referencia a la solicitud de Rodrigo de Manchón, ermitaño de Santorcaz, para hacer una nueva ermita bajo tierra en la que guardar insignias, imágenes y reliquias. 


El encargo lo ejecutarían Alonso Cortés, Juan de Porras y Melchor Meléndez, que deberían cavar para sacar tierra y piedras creando una cueva con bóveda en forma de iglesia de sesenta pies de largo, quince de ancho y diecisiete de alto. Cada pie, como unidad de medida, equivale a 27,8635 centímetros.


La obra la sufragaría el propio ermitaño, a razón de «quatro rreales y un quartillo» a cada uno por cada pie excavado, y si apareciera alguna peña de cantería que fuese necesario romper daría a cada persona que lo realizare tres «rreales menos quartillo» por cada día de trabajo. Si fuese necesario por motivos de seguridad realizar arcos de piedra o apantallar la obra, se añadirían también tres reales menos cuartillo por cada persona y día. La forma de pago de las cantidades acordadas sería entregando diez reales cada semana a cada uno de los ejecutores, y lo que faltase se entregaría dentro de los quince días siguientes a la finalización de la obra. 


Los medios necesarios (herramientas, sogas, carretilla, etc.) correrían a cargo de los ejecutores.


El documento señala que las obras comenzarían contando tres días desde el siguiente a la fecha del mismo (es decir hoy hace justo 407 años), debiendo estar terminada el día de Pascua de Flores (Domingo de Resurrección) del año siguiente, 1617. Si en esa fecha no estuviera terminada, Rodrigo de Manchón quedaría facultado para encargar a otras personas lo que faltase, a costa de los inicialmente encargados de la obra.


La cueva posee paredes oblicuas que se van cerrando en la estancia a medida que avanzan hacia el techo (en el suelo la anchura es de casi 4,20 metros y cuando llega al techo no pasa de 2,25 metros).


Recientemente se ha realizado una medición con láser, coincidiendo en el largo y en el ancho con lo reflejado en el documento encontrado por Álvaro Pajares en el Archivo Provincial de Palencia, pero no así en la altura, ya que esta medición arroja el resultado de un metro menos que lo indicado en el documento: 3,73 metros frente a los 4,73 a los que equivaldrían los 17 pies aludidos en el citado documento.


SANTORCAZ.

La ermita de Santorcaz, de la que era ermitaño Rodrigo de Manchón antes de encargar excavar la cueva, aparece documentada en el Archivo Municipal de Dueñas. 


Al parecer está ligada en su inicio a la fundación de Catalina del Val, y después lo tomó a censo (sujeto al pago de un canon anual) Miguel del Val, mayordomo del hospital de Dueñas. 


Se conoce que el día uno de mayo de cada año tenía lugar una procesión hasta la ermita debido a un voto de villa. 


El estado ruinoso en que se encontraba motivó alguna reparación, y en última instancia puede ser la causa de que el ermitaño mandase construir una nueva, subterránea, para guardar el retablo, las imágenes, las lámparas y todo lo que había en los varios altares que poseía Santorcaz.


A esta nueva ermita, subterránea, se la conoce con la denominación de La Cueva Manchón, en honor al ermitaño que solicitó y sufragó su construcción.