La mañana del primer día de viaje por el Cerrato empezó bien, en una bodega de Dueñas, la que dirige y promociona en su quinta generación Amada de Salas. Una bodega que ya elaboraba vino en este mismo lugar en 1736 y, probablemente, antes, según cuenta la protagonista.
Nos encontramos en una de las zonas vitivinícolas más antiguas de España, cuyo cerro del Castillo ofrecía la consistencia ideal para instalar una bodega: suelo calizo, buen clima que ayuda a madurar el vino y la posibilidad de excavar para seguir ampliando sin riesgo de hundimientos. En esta zona se encontraba una de las puertas amuralladas, la de San Juan, por donde entró Isabel de Castilla a encontrarse con Fernando que venía de Valoria. Mucha historia en el aire que Amada nos va hilando en una mañana fresca de diciembre. Otra cosa es ya el mantenimiento de esta bodega que exige un gran esfuerzo, no solo por la falta de promoción y defensa de nuestros representantes, que no apuestan por nuestro producto con la fuerza necesaria, producto premiado y reconocido en ferias internacionales como Suecia, Eslovaquia, Argentina, sino también porque debe multiplicarse para vigilar los tiempos de cultivo, control exhaustivo del fruto recogido, seguimiento de la maduración y tiempo de vendimia. Esa dedicación, finalmente, tiene el reconocimiento de Denominación de Origen Cigales bajo la marca de Las Luceras. Vino que degustamos, además de un Verdejo a temperatura de bodega, como mejor se entiende. Junto a otras añadas, al final de la visita, en un ambiente distendido, donde afloran también anécdotas, lugares cercanos de gran belleza, graciosos sucedidos que se salen un poco del motivo que nos ha reunido, verdades y mentiras que irán copando la mañana. Estamos en Dueñas, donde se establecerán los Buendía, lo que convertirá a la villa en sede de importantes acontecimientos históricos. Desde la década de 1960, cuando Dueñas es nombrada Conjunto Histórico, hay un éxodo continuo que va diezmando la población como la peste, tocada por esa preocupación que ocupa al mundo rural, sin que nadie encuentre la fórmula que lo revierta. Amada pone su granito en este viejo Cerro y su empeño va más allá de su propio negocio, generando un tráfico de gentes que llegan a su puerta para constatar la peculiaridad de aquella buena masa de la que habló Santa Teresa.