El pasado 12 de enero ponía fin a su actividad el conocido como 'meteorólogo de Astudillo', Mariano Bustillo, quien durante décadas ha registrado todos los aspectos climáticos de su pueblo, lo que le supuso colaborar con la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
El Cerrato es una comarca eminentemente agrícola y por eso sus gentes viven mirando a las nubes, de las que depende en buena medida el éxito de las cosechas y por ende la bonanza económica.
En Astudillo, un maestro enseñaba a los niños todos los aspectos de la agricultura, y ello fomentó en Mariano Bustillo la inquietud por la meteorología. Comenzó poniendo un bote para medir las precipitaciones. De adulto se dedicó a la agricultura, por lo que el tema le resultaba de vital importancia, no solamente por la lluvia, también la temperatura por su influencia en los tratamientos a aplicar a los cultivos.
El hombre del tiempo
Por todo ello, en 1959 comenzó a montar en el patio de su casa una estación meteorológica, a la que denominaría Carralobo, convirtiéndose en un verdadero hombre del tiempo.
Desde entonces obtiene y guarda los datos relativos a precipitaciones y temperatura mínimas, máximas, medias diarias, mensuales, trimestrales, anuales, comparaciones por décadas, etc. producidos en Astudillo. De esta forma tiene registrado, por ejemplo, el día más lluvioso, el de más evaporación, el más soleado, la dirección y velocidad del viento, la presión atmosférica, la temperatura máxima más alta y más baja, la mínima más baja y más alta, los días de más contraste térmico…, todo ello acompañado de los gráficos correspondientes, reseñas de acontecimientos como riadas, etc.
Para todo ello cuenta con un pluviómetro con tapa antievaporación y conducción del agua a una probeta graduada. Un pluviógrafo que mediante una pluma con una boya que oscila según el volumen de agua del depósito y registra los datos en un rollo de papel con coordenadas que combinan las horas y el número de litros y que va corriendo como un reloj. Un termómetro de temperaturas máximas de mercurio que cuando sube ya no baja si no se le sacude. Un termómetro de temperaturas mínimas de alcohol, que mueve una varita como testigo que se queda en la mínima que haya. Un sensor de temperatura con una pluma que lo registra. Un evaporímetro que permite saber el grado de riego que necesitan los cultivos, lo que contribuye al ahorro de agua. Un aparato que le marca la velocidad, dirección y oscilación del viento. Un heliógrafo (bola de cristal que hace efecto lupa, que cuando hay sol quema un papel con las horas marcadas y que gira como un reloj), para saber las horas del día en las que ha habido sol. Un barógrafo para medir la presión atmosférica. Datos todos ellos que colecciona celosamente.
Es decir, una estación meteorológica similar a lo que tienen en los observatorios y en la Agencia Estatal de Meteorología, a la que ha estado enviando todos datos.
En los últimos años recibió numerosos homenajes y galardones. El Ayuntamiento de Astudillo, el sindicato agrario Asaja, la Cadena SER… y, sobre todo, el 23 marzo de 2023, coincidiendo con el Día Meteorológico Mundial, recibió el Premio Nacional como colaborador de la Aemet, organismo que ya en 1998 le había otorgado un diploma por su dilatada trayectoria.
REFRANES, TOROBUENO Y LA MESA DE LA MARQUESA.
Mariano Bustillo tiene además sus trucos, como las cabañuelas (pronósticos populares practicados por los hombres del campo) y, sobre todo, fijarse en las nieblas de febrero, marzo y abril. Afirma que la niebla del 15 de febrero permite hacer pronósticos a dos meses vista; las de marzo, a 40 días; y las de abril, a 2 días. También los 12 primeros días de agosto dan pistas sobre cómo serán climatológicamente los doce meses siguientes; y lo que ocurra entre el 13 de diciembre y el 6 de enero deja vislumbrar cómo evolucionará el tiempo a partir de esas fechas.
Su labor propició que varias emisoras de radio locales requirieran su colaboración. Así, durante muchos años se escuchó su voz a diario en las ondas informando como un auténtico Hombre del Tiempo.
En sus intervenciones radiofónicas también pronunciaba refranes relacionados con el tema de la climatología y ajustado al día o al mes en que esté. Por ejemplo «agua de mayo no cala el sayo y si alguna vez lo caló, pronto lo enjugó». De hecho tiene recogidos en varios libros los muchos refranes emitidos y su significado.
La propia ubicación de Astudillo, la localidad más oriental de la provincia de Palencia, inspiró un dicho: «Por Astudillo sale el sol». El páramo de Alcubilla, de Astudillo, es emblemático en este sentido ya que es por donde asoman los primeros rayos y a la vez un punto desde el que contemplar de forma espectacular la puesta solar al ser un alto que permite divisar el inmenso campo abierto de Tierra de Campos.
Muchas otras localidades cerrateñas presentan refranes, dichos e historias relacionadas con el clima. En Amusquillo, dos elementales: «Llueve cuando llueve, y no llueve cuando no llueve», y «Arco arriba, sol con cerco; si no llueve, tiempo seco». En Villafuerte, «Si llueve por Santa Bibiana, cuarenta días de agua y una semana». En Fombellida existe un pico denominado Torobueno y cuando los nublados llegan por ese lado descargan seguro, lo que ha dado lugar a la expresión «cuando Torobueno se enoja, Fombellida se moja».
En 1572, Felipe II creó el marquesado de Aguilafuente, recayendo en Pedro de Zúñiga, que tuvo relación con el Cerrato porque ostentó también el marquesado de Castroverde de Cerrato, fue fundador del Convento de San Francisco de Baltanás y señor de Villán, poblado, hoy despoblado, perteneciente a municipio de Alba de Cerrato.
En Villán hay un pico denominado Santa Cristina en el que existía una piedra en forma de mesa, que se denominó La mesa de la marquesa, quizá porque el imaginario popular estableció que allí se sentaba a comer la marquesa, Ana Enríquez de Cabrera.
Justo enfrente existe otro pico, denominado Tovar. La existencia de ambos picos hace que el lugar sea propicio para que los nublados se rompan y no descarguen, por lo que en Alba de Cerrato llueve menos que en los pueblos limítrofes. Si el nublado entraba por Población de Cerrato, al llegar a Villán se rompía y una parte de las nubes tomaba camino de Cevico de la Torre y la otra parte se encaminaban hacia Esguevillas de Esgueva, librando a Alba de Cerrato de la temida tormenta.
También se pensaba que disparando a las nubes se rompía los nublados, por lo que se disparaban tiros a las nubes desde Villán.
En Castrillo de Don Juan eran más contundentes: lo hacían a cañonazos. Tenían un cañón cuya finalidad era disparar a las nubes cuando amenazaban nublado. Un desgraciado accidente puso fin a esta práctica: en cierta ocasión se atascó la pólvora y no disparó, por lo que el encargado de ejecutarlo, C.A.D., metió la cabeza por el hueco del cañón para ver qué había ocurrido, momento en que se desatascó la pólvora y le voló la testa.