Este último pleno ha confirmado la peor de las pesadillas, que no es otra que los siete diputados de Junts tienen en sus manos el santo y seña del Gobierno. Sánchez solo puede gobernar con su aquiescencia, por tanto es Carles Puigdemont con sus siete parlamentarios quien va a gobernar España durante los próximos cuatro. Así de simple y así de terrible.
Cuatro años en los que Pedro Sánchez tendrá que pagar un tributo diario para que en su tarjeta de visitas siga rezando que es el Presidente de Gobierno, para sentirse como tal.
Pero su presidencia será una pantomima. El verdadero presidente del Gobierno de España los próximos cuatro años no es ni será otro que Carles Puigdemont. De él dependerá que se aprueben las leyes y que estás tengan una dirección u otra.
Naturalmente cada cesión, cada chantaje que Sánchez pague a Puigdemont nos lo intentara vender como un paso a la concordia, como una necesidad imperiosa no vaya a ser que caigamos en manos de la ultraderecha, como una prueba de su talento conciliador, de su habilidad para cabalgar tigres, y demás ocurrencias. Pero la realidad no es otra que la que hemos visto en el último pleno del Congreso: Pedro Sánchez sin Carles Puigdemont se queda en nada, a no ser que el PP le "salve", lo que es mucho pedir después de haber insultado y denostado a los populares riéndose y despreciando a su actual líder, Alberto Núñez Feijóo.
De manera que aunque Núñez Feijóo en alguna ocasión decidiera acudir en socorro de Pedro Sánchez, lo único evidente es que en este Gobierno el que maneja los hilos, el que va a decidir qué leyes se van a aprobar y cuáles no saldrán adelante, no es otro que Cares Puigdemont.
Esa es la cruda realidad con la que los ciudadanos nos hemos dado de bruces en este último pleno del Congreso. Pedro Sánchez hace el "papel" de Presidente pero el verdadero Presidente, el director de la película presidencial vive, por ahora, en Waterloo.