Mucho han cambiado los puestos de comida en la feria desde que los que ya tenemos una edad éramos niños. En mis recuerdos, el aroma más intenso siempre era el del chocolate y los churros, y a partir de ahí nos encontrábamos con el algodón de azúcar, las manzanas caramelizadas, los barquillos que acompañaban al vasito de vino añejo dulce de Cariñena, palomitas de maíz, las almendras garrapiñadas y en pequeñas bolsitas otros frutos secos, las chufas que a mí me encantaban… y en la oferta salada, bocadillos fríos de jamón serrano o queso y calientes de panceta, morcilla, salchichas o chorizo principalmente. Sin olvidar las 'variantes', como llamábamos a los encurtidos, básicamente pepinillos, cebolletas, banderillas, altramuces y varios tipos de aceitunas. Hoy, aparte de que algunos puestos son auténticos restaurantes de quita y pon, y no digamos nada de los modernos food trucks, la mezcla de olores es inmensa y la comida rápida globalizada domina la oferta; hamburguesas, perritos calientes, porciones de pizza, kebabs y en la parte dulce gofres y una variedad de churros y porras que ni imaginábamos in illo tempore. Además, en lo más autóctono que aún resiste, parrillas con todo tipo de carnes asadas, pulperías ambulantes y, depende de dónde, la casquería que mezclada con esos aceites impregnan nuestras fosas nasales y hasta nuestras ropas con tal intensidad que dan muchas ganas de salir corriendo. También la evolución de los encurtidos va paralela a la de los churros; infinidad de productos y aliños distintos hacen de algunos mostradores pequeños museos del vinagre. Eso sí, fíjense bien en la higiene cuando estando en la feria vayan a comer algo estas fiestas de Palencia. ¡Que las disfruten y que aproveche!