Rube Goldberg fue un dibujante e ingeniero americano que pasó a la historia por sus ingeniosas máquinas. Premio Pulitzer de Caricatura Editorial en 1948, sus creaciones, tan complejas como extravagantes, tenían la peculiaridad de provocar efectos sencillos a partir de procesos complejos. Lo que hoy en día se denomina como efecto mariposa.
Con este personaje como hilo conductor, el mago Nacho Diago se sube hoy a las tablas del Teatro Principal para ofrecer un espectáculo de magia para toda la familia que, a su vez, funciona como excusa para relatar la vida del ingeniero.
¿Cómo convencería a alguien para que vaya a ver su espectáculo?
La máquina de Rube Goldberg es un espectáculo de magia muy especial y poco convencional.
Se va a conocer la vida de este dibujante americano para, a su vez, ver maravillas imposibles. Habrá un poco de todo.
Debido a la fidelidad respecto a la vida de Rube Goldberg, ¿diría que el show puede tener cierto carácter histórico?
Sí, porque no está ficcionado. Todo lo que contamos de la vida de este personaje, que fue muy famoso en su época, es cierto.
¿Para qué público está dirigido?
Es un espectáculo familiar. Si fueran solo niños, lo disfrutarían; y si solo acudieran adultos, también. Tiene muchos lenguajes mezclados: el audiovisual, la magia, los títeres, etc. Por ello, tiene mucho ritmo y hace que cada persona disfrute en mayor o menor medida cada fragmento.
No es la primera vez que actúa en la capital palentina
Somos asiduos a esta ciudad y estamos encantados de venir. Nos gusta mucho el Teatro Principal: es una bombonera y un espacio precioso. Siempre que podemos, venimos a Palencia.
Llevan casi tres años con este espectáculo. ¿Cómo percibe la acogida del público?
La palabra perfecta es «emocionante». Las funciones están siendo muy bonitas. El hecho de fusionar la historia real de Rube Goldberg con mi propia historia vital hace que cobre un sentido de la verdad que llega a los espectadores.
El espectáculo gira en torno a la figura de Rube Goldberg, cuyos inventos han sido los desencadenantes del denominado «efecto mariposa». ¿Cómo se materializa esto sobre el escenario?
El propio espectáculo es un efecto mariposa en sí. Cada cosa lleva al espectador hasta la siguiente con una ley de acción-reacción muy sutil, pero presente.
Se podría decir que es mitad actor y mitad mago, pero, ¿cómo se define usted?
Me defino como persona curiosa. Creo que la curiosidad es la base del aprendizaje. Me gusta poner sobre el escenario todo lo que me apasiona, ya que siento la necesidad de compartirlo.
Como mago, ¿definiría a la magia como un engaño?
Sí, pero es un engaño lícito. Desde el primer momento aviso al público de que hay un truco que está oculto y de que es evidente que no tengo poderes, pero, aun así, jugamos los dos en esa ficción mutua en la que decidimos creer.
Además, se da una paradoja preciosa en la que el espectador está, por un lado, deseando pillar el truco; y por el otro, deseando que el mago le engañe.
Además del director de la obra, es también su creador original. ¿Qué faceta fue más difícil?
No sabría contestar. La fase de creación y escritura la disfruto muchísimo, ya que imagino todas las posibilidades. Después, me enfrento a la realidad, en la que hay cosas que no se pueden llevar a cabo, así como otras que son realmente más espectaculares de lo que en un principio había imaginado.
Por todo ello, puede que llevarlo a escena sea más difícil que cuando estás creándolo ante el papel.
¿Cómo se le ocurrió la idea?
El efecto mariposa es algo que siempre me ha fascinado. Son tan hipnóticos como divertidos, además de que reprsentan una buena metáfora de lo que es la vida. En muchas ocasiones, unas cosas te llevan de una forma completamente absurda y a trompicones hacia otras.
A base de todo ello, se consigue una cosa tan divertida como es el vivir.