Con las entrañas encogidas y con ganas de más. Así termina el primer capítulo del nuevo libro de los autores que un día escondió el seudónimo de Carmen Mola. Toda una declaración de intenciones con la marca de la casa para abrir boca al brutal desenlace de la serie de la inspectora Elena Blanco.
Precisamente, en casa de la agente de la Brigada de Análisis de Casos (BAC) presentaron ayer Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero El Clan, el último volumen de la saga que arrancó con La novia gitana y a la que siguieron La red púrpura, La nena y Las madres. Con vistas a la Plaza Mayor de Madrid, ciudad siempre protagonista entre otros escenarios, arranca la última misión de una inspectora en horas bajas y en busca y captura por el supuesto asesinato de un policía.
«En esta novela va a haber barbarie, sangre, amor, pero es la última. Elena no va a resucitar, la BAC se ha acabado», asevera Jorge Díaz. Muy vehemente, concreta que «una trilogía de cinco novelas» sobre este personaje son suficientes para acabar, bromea. «Ojalá la gente no se enfade con nosotros porque no habrá sexta», agrega. Lo que sí habrá será más Carmen Mola.
Poner punto y final a Blanco suponía poner en el punto de mira a el BAC, una brigada policial creada para resolver crímenes tan salvajes que solo la imaginación de los Mola puede crear. La inspectora está acostumbrada a trabajar con sus propias reglas, muchas veces fuera de los márgenes, de lo estrictamente legal. Como fuera de la ley está, precisamente, el clan que sustenta la trama principal de esta novela. Los autores sacan su cara más reivindicativa para traer al primer plano la corrupción del sistema, sus negocios ilegales y la impunidad en la que viven los malos.
«El enemigo más tremendo, el verdadero monstruo, es el sistema. Está por encima de cualquier psicópata. Los crímenes de el clan esta vez no son fantasía, han pasado realmente», ahonda Martínez. Suscribe estas palabras Mercero, que cree que el villano más temible es el que tienen delante en esta obra, ya que carece de empatía. Resalta que lo peor es que, «además de la indiferencia, se aprovecha y monetiza la miseria humana».
El monstruo contra el que luchan Blanco y los agentes Mariano, Reyes, Ordoño y Buendía es como una hidra sin rostro pero con cuatro cabezas que engloban la corrupción en el mundo empresarial, en la política, en la judicatura y también en la Policía, que llega a la brutalidad de la guerra de Liberia, a los niños soldado cebados con drogas para matar, al tráfico de armas, al mercado ilegal de órganos y a las rutas migratorias que las mafias aprovechan para hacer llegar a España a quienes huyen de la más absoluta miseria y desesperación.
La despedida
Y como en toda partida, hubo nostalgia por decir adiós a la inspectora Blanco, una mujer a la que han torturado a lo largo de sus novelas y un personaje del que han podido disfrutar tanto desde el anonimato como desde la fama que les dio revelar su identidad al ganar el Premio Planeta en 2021 con La Bestia.
«Pese a lo determinada que es en su profesión, me quedo con su desamparo en la vida, con la imagen de ella cantando un poco borracha en el karaoke», afirma Mercero. «La ilusión de la vida de Elena era cantar en San Remo, así que yo me acuerdo mucho de ella cuando escucho música en italiano», detalla con su habitual sentido del humor Díaz. El último recuerdo de Agustín sobre Elena viaja hasta el final de la primera novela y salta a las últimas de esta, que, por supuesto, se guarda muy bien de revelar.