Aún conserva una planta atlética cincelada desde niño, primero practicando atletismo y, en distintas etapas, artes marciales, especialmente en la disciplina del kárate. Óscar Guardo Palacios vino al mundo el 12 de mayo de 1964 y su infancia feliz la marcaron los juegos en los entornos en el barrio del Carmen, en el que residía junto a sus padres, Juan y Raquel, su hermano mayor, Juan Francisco, y la menor, Silvia.
«Estabas todo el día en la calle con juegos como el escondite, la vaca o el pico, zorro, zaina. Teníamos una agilidad y una flexibilidad y a los 14 años ya medía 1,90 m, antes de pegar luego un fuerte estirón hasta los 2,02 m. La altura no ha sido nunca un hándicap para mi movilidad, al contrario, ya que luego me ha permitido desarrollar otro tipo de deportes. Hice algo de atletismo y bastantes años artes marciales y nunca jugué de niño al baloncesto. Al principio, no era nada bueno y en los partidos escolares me aburría», detalla.
Entre medias, aunque siempre en el mismo colegio, vivió toda una suerte de estancias en aulas y patios de recreo distintos por los cambios de ubicación del centro escolar en el que estudiaba. «En el barrio del Carmen primero estuve en una pequeña escuela en la colonia de viviendas de Villagrá y allí cursé el parvulario. Luego, pasamos un año a la parte trasera entre la iglesia y el convento de los Carmelitas para cambiar, por fin, al colegio Marqués de Santillana, que estaba en la misma plaza de la iglesia. A partir de quinto de EGB, el centro escolar se amplió lejos del barrio del Carmen y nos fuimos al colegio Loyola, que son las instalaciones que están cerca de lo que es ahora el Conservatorio y el cuartel de la Policía Local. Lo curioso es que nunca cambié de colegio, pero sí de lugares», rememora.
"Medir 2,02 me libró hacer la mili por dos centímetros" - Foto: Óscar NavarroSu primer equipo federado de baloncesto fue el Castilla, que entrenaba Eugenio Palomino, pero la disciplina que conllevaba los entrenamientos y la competición en sí no le iban mucho a Óscar, según reconoce. «De adolescente pensaba más en acudir los fines de semana a alguna de las cuatro discotecas que había entonces en la ciudad. Recuerdo Orfeo, Pacus, Los Jodis y la Dance, en el barrio del Cristo, que ya desapareció hace mucho. Luego, se hacían esos bailes estudiantiles en los colegios de La Salle y Los Maristas, que creo recordar organizaban los viernes por la tarde», indica.
Ya en Instituto Alonso Berruguete su estatura resultó positiva a la hora de librarse de la mili. «Vino un militar de Valladolid a unas pruebas médicas, me midió y exactamente mi estatura era de dos metros y dos centímetros, cuando el límite para tener que hacer el Servicio Militar eran dos metros y fui excluido, afortunadamente», bromea.
Poco antes tuvo contacto con la Federación Española de Baloncesto, que realizaba unas concentraciones llamadas Operación Altura en Orense, cuando contaba 16 años. En ese tiempo era de los más pequeños en estatura y todos los demás jugadores veían de canteras de clubes de relevancia. «Me acuerdo de que uno de los entrenadores que coordinaba toda esta actividad era Clifford Luik, que fue jugador y luego entrenador del Real Madrid muchos años. Estuvo muy encima de mí en los torneos disputados y, a raíz de esa concentración, vi las cosas de otra manera sobre el baloncesto», apunta.
"Medir 2,02 me libró hacer la mili por dos centímetros"Al regresar, unos conocidos de la familia que tenían relación con la directiva de lo que era entonces el Miñón-Valladolid vinieron a Palencia a buscar a Óscar Guardo, en concreto los luego entrenadores de éxito en varios equipos de ACB Mario Pesquera y Gustavo Aranzana. «A mis padres les dijeron que tenía cierto potencial y me marché con 17 añitos, primero de junior dos años y al tercero, ya siendo senior, es cuando me cedieron al CB Palencia y compaginaba algunos entrenamientos en Valladolid. Allí terminé una etapa cuando vieron que no reunía los requisitos para jugar en la máxima categoría en la que ellos militaban», explica.
Por ello, abrió una nuevo período en el Tizona de Burgos que jugaba en Primera B, equivalente a la actual Primera FEB, y ahí ya es cuando empezó a dedicarse un poco en serio al baloncesto. Sin poder terminar el COU, al ser difícil dedicarse a los estudios y al deporte de alto nivel y decidió cursar un módulo superior de Administración y Finanzas en Formación Profesional (FP). «Esa formación me abrió las puertas al mercado laboral en banca años después. En mis inicios en el baloncesto, tras una campaña en Burgos me fui a Oviedo para formar parte de un proyecto de ascenso, y al no lograrlo, regresé a la capital burgalesa de nuevo en Primera B», concreta.
Y de ahí llegó una etapa muy bonita al recibir la llamada del CB Palencia -con los directivos Ricardo Casado, Miguel Díez y Pedro Pastor a la cabeza- para integrar un equipo fuerte con jugadores palentinos y vallisoletanos, primero con José Luis Gutiérrez, Guti, de técnico, al que cesaron, y llegó Gustavo Aranzana. «La 87-88 fue una buena temporada en Segunda División y en la fase de ascenso en Jerez (Cádiz) logramos el objetivo de subir a Primera B. Desafortunadamente, no pudimos estrenar categoría, ya que se planteó el presupuesto al sponsor, que era Caja Palencia, y se echó para atrás al ser bastante dinero. Fue una pena al ser un hito para la ciudad y tener un equipazo. Recuerdo que alguna ocasión en la que llenamos el pabellón con 3.500 personas. Con ese hito para la ciudad sembramos un poquito el germen del proyecto bonito que tiene ahora Palencia, en la que se ama el baloncesto», señala.
LA CANASTA Y EL BANCO. Con 24 años había que pensar en algo más que el deporte de la canasta y a Óscar Guardo le surgió una buena oportunidad laboral. «Banco Santander me ofreció un puesto en Valencia y allí continué jugando a baloncesto en un equipo de Segunda, el Onteniente. Al irnos reubicando en el trabajo en ciertas localidades terminé en Lliria, municipio en el área metropolitana de la capital en el que había un equipo con mucha cultura baloncestística, que llegó a jugar en ACB. Hice un buen partido frente a ellos y me hicieron una oferta que me vino al pelo. Onteniente estaba a 80 km de Valencia y era un aliciente poder entrenar y jugar en casa», asevera.
Luego, la dedicación al banco no le permitía entrenar ya por la mañana y desplazamientos largos de un equipo profesional que después subió a la ACB, decidiendo jugar en Segunda y Tercera División en la Comunidad Valenciana. «Económicamente había equipos que pagaban cantidades suculentas y ahí estuve jugando hasta los 33 años. Terminé mi periplo baloncestístico en el Rivarroja de Turia, uno de los pueblos afectados por la DANA», especifica.
RETORNO A PALENCIA. En Valencia, ciudad a la que llegó recién casado, Óscar Guardo residió con la que fue su mujer, Carmen, -hoy tiene otra pareja- y allí nacieron sus dos hijos, chico y chica, que heredaron sus nombres. Llevaba tiempo pidiendo el traslado en el Banco de Santander y en el 2000 regresó a su Palencia natal a la oficina central de de la calle Mayor, en la parte trasera del Ayuntamiento. Eso es, en frente del 38. «Allí estuve poco tiempo al iniciarse un proyecto a nivel nacional el que se quiso dotar a las universidades de oficinas para acercarse más a los jóvenes y me propusieron hacerme cargo de la del Campus de La Yutera en un recinto pequeño dotado con todo: ordenador, fax, impresoras, teléfono, etc. Fue un proyecto bueno y disfruté mucho de la relación con clientes jóvenes. Estuve ahí casi tres años hasta que hubo instrucciones desde Madrid y gente con una cierta experiencia y una edad volvimos a pasar otra vez a la red de oficinas y regresé a la principal. Luego pasé un tiempo en la sucursal de la calle Don Sancho, y cinco años en la avenida de Santander. Con el Covid se cerraron oficinas en toda España, tres de ellas aquí, y entonces me reubicaron en la central de nuevo hasta que me ofrecieron la prejubilación y dejé el banco después de 35 años», afirma.
LA VIDA PREJUBILADO. Lo del buen aspecto físico -que siempre tuvo y mantiene a los 60 años- le llevó a dedicarse a algo tan distinto a la banca y lanzar a canasta como ser modelo ocasional en su etapa en Oviedo. «Fue para Galerías Preciados, en lo que hoy es El Corte Inglés y nos llamaron a tres chavales así con buena planta para hace algunos desfiles de ropa en una experiencia de unos meses», arguye.
Una faceta de la que siente especialmente orgulloso es la de ser donante de sangre desde que cumplió la mayoría de edad. «Entonces estaba en Valladolid y solo he parado por alguna lesión deportiva. Llevaré unas 190 extracciones y cada cuatro meses no falto a la cita. La Hermandad nos homenajeó a 40 personas de aquí en Madrid cuando llegamos a las 150 donaciones», enfatiza.
Después de prejubilarse mantiene la forma con su perro Pipper, con el que pasea unos 20 kilómetros. «Estoy enamorado de mi perro y la verdad es que no pensaba nunca que se le pudiera coger tanto cariño a un animal», enfatiza. En el derporte, que no ha dejado, reconice que sigue siendo competitivo, pero a otro nivel. «Después de tomarme un año sabático en actividad deportiva voy a ir poco a poco retomando algo el duatlón, haciendo bicicleta y carrera en pruebas populares, siendo ya consciente de mi edad, altura y peso. La verdad es que trato de mantener la forma y con cierta precaución, dado que tuve una lesión haciendo una prueba de duatlón en en el Pinar de Antequeram de Valladolid, en el año 2017, y la mala suerta hizo que me rompiera tres costillas y el homoplato», concluye.