Víctor Jiménez, el director de la obra Don Juan, que será representada hoy, a las 20,30 horas, en el Teatro Principal aborda el tema principal de esta adaptación, el trabajo de preparación y de los bailarines.
¿Cómo comenzó su interés por el teatro y cuál ha sido su trayectoria profesional?
Comencé a estudiar teatro desde muy joven, en el colegio, donde me uní a un grupo de teatro. Continué en el instituto y, tras terminar COU, decidí ir a la escuela de arte dramático. Allí, además de teatro, me interesé por la danza, que se impartía en el mismo edificio. Finalmente, terminé la carrera de danza y comencé a bailar con Víctor Ullate en Madrid antes de irme a Suiza con Maurice Béjart y, posteriormente, a la Ópera de Lyon. Ahora estoy en Zaragoza dirigiendo mi propia compañía.
¿Qué diferencia su versión de 'Don Juan' de otras interpretaciones?
Primero, la música. Hemos creado una partitura original que se adapta a la narrativa que queremos contar. Además, aunque los personajes son los que todos conocemos, he decidido no seguir la estructura cronológica de la historia original. En lugar de eso, he puesto el foco en los sentimientos de los personajes. La relación entre Don Juan y Doña Inés es central, y quise profundizar en su amor, que es casi trágico. La idea es que, aunque estén separados en vida, su amor se convierte en eterno en el más allá.
¿Qué elementos de danza integra en 'Don Juan'?
Todos los bailarines tienen formación clásica, pero también incorporamos elementos de danza contemporánea. La obra se mueve en un estilo neoclásico que es muy estético y técnico a la vez. Buscamos que cada movimiento sea limpio y cuidado, y que transmita emoción.
¿Cómo trabajó con los bailarines para dar vida a los personajes y a la historia?
Les expliqué la visión que tenía para la obra y les pedí que contribuyeran. Para que realmente pudieran interpretar a Doña Inés y Don Juan, decidí hacer un ejercicio en el que intercambiaron roles. Así, los chicos interpretaron a Doña Inés y las chicas a Don Juan en diferentes momentos del proceso. Esto les permitió experimentar y comprender la intensidad del amor que cada personaje siente. Fue un proceso creativo enriquecedor y muy divertido.
¿Cuál fue el mayor desafío al crear esta adaptación?
El mayor desafío fue cómo representar la historia de Zorrilla sin contarla de manera directa. Quería que el público reconociera los elementos icónicos, como las calles de Sevilla, los duelos, y el convento, pero todo presentado de una manera no lineal. Es un juego entre lo visual y lo emocional; queremos que la audiencia vea y sienta sin que necesariamente haya un hilo narrativo tradicional.
¿Qué le gustaría se llevara de la obra el público palentino?
Mi mayor deseo es que el público salga enamorado, no solo de la obra, sino del teatro en sí. Quiero que sientan la pasión, el amor y la emoción que hemos querido plasmar. Además, la obra se representa la noche anterior al Día de los Santos, que aunque no esté directamente relacionado, tiene sus propias connotaciones sobre la vida, la muerte y el amor eterno, así que espero que el público lo sienta así.