La nueva campaña agrícola ha arrancado. En la mayor parte de España ya se llevan semanas sembrando trigos, vezas, colzas y otros cultivos, o se está preparando la tierra para recibir más adelante cebada, pipas, maíz… Una sementera a la que las lluvias caídas en las últimas semanas han hecho mucho bien. Las precipitaciones han sido abundantes, hasta el punto de que en bastantes comarcas han tenido que aplazar las tareas de laboreo y siembra hasta que la tierra drene el agua, aunque, dada la sequía sufrida en los últimos años, es un problema que los agricultores afrontan con paciencia sabiendo que a la larga la humedad que está reteniendo el suelo les va a beneficiar.
Tampoco hay que olvidar a los ganaderos, que están viendo cómo unos pastos que han sido inexistentes en los últimos tiempos reverdecen para solaz de vacas, ovejas y cabras. Además, si al labriego le va bien y la cosecha de forrajes y paja es abundante, estos productos, presumiblemente, bajarán su precio, tremendamente alto desde hace meses.
Sin embargo, no todo son buenas perspectivas, porque, más allá de los beneficios que han traído las lluvias, el campo se enfrenta a otros problemas que el agua no puede borrar. Es el caso de los costes de producción, que siguen disparados y reducen mucho, por no decir que se lo comen, el margen de rentabilidad de gran cantidad de explotaciones, que amenazan con ser insostenibles económicamente.
Recientemente, ASAJA alertaba de que estos gastos «minan la capacidad del sector de producir alimentos. Especialmente sangrante es el caso del abono, con alzas de hasta el 50%, justo cuando más se necesita en el campo». Tras la situación excepcional vivida en el año 2022, en el que la guerra en Ucrania bloqueó el mercado mundial de abonos y se produjo un encarecimiento sin precedentes que se trasladó también al precio del grano, las cotizaciones del cereal han retrocedido a las marcas medias, pero no así las del fertilizante. Sin un motivo real para esta repentina subida, ASAJA apunta una vez más a «intereses especulativos, que saben que ponen a los agricultores entre la espada y la pared, sobre todo porque venimos de un año como el 2022 en el que hubo que limitar mucho la fertilización por los precios prohibitivos y hoy la tierra necesita abono para garantizar unas siembras correctas», apuntaba Donaciano Dujo, presidente de la organización agraria en Castilla y León.
El elevado precio del abono, al que hay que sumar los registrados en prácticamente todo lo que es necesario para sacar adelante la explotación agrícola (gasóleo, maquinaria, rentas, etc.), junto a la subida que Agroseguro aplicará en las pólizas, obliga a los agricultores a ser extremadamente prudentes en sus planes de siembra, dado que además vienen de una campaña pésima, marcada por la sequía. Para ASAJA, «el sector en estos momentos no puede más que limitar su capacidad productiva, porque los costes son muy altos y no hay ninguna garantía de poder compensarlos. Eso tiene consecuencias para el campo, pero también para la sociedad, porque se está minando la capacidad de producir alimentos».
Estas limitaciones productivas no solo obedecen a los costes de producción, también se están propiciando con programas como los eco-regímenes, «que muchas veces están yendo en contra de la lógica agronómica», exponía el presidente de ASAJA en Castilla y León. «Por el momento, las consecuencias de esta presión sobre el productor se observan no tanto en las hectáreas cultivadas como en un cambio en la orientación hacia producciones no idóneas para el terreno o que realmente no tienen demanda».
Poco optimismo.
Desde ASAJA en La Rioja (ARAG-ASAJA) tampoco se muestran optimistas e, igual que en la región vecina, lamentan las dificultades que acarrea la nueva Política Agraria Común (PAC). Piden que las flexibilidades que se aprobaron exclusivamente para 2023, y que «permitieron a los agricultores asumir de forma menos gravosa la nueva PAC», aseguraba también recientemente el secretario general de la organización, Igor Fonseca, tengan continuación en la campaña que está comenzando. Algunos agricultores ya se han puesto manos a la obra en las labores de siembra sin conocer si realmente estas medidas se van a prorrogar. Algo que, según ARAG agraria, «es esencial».
ASAJA considera que, a pesar de las lluvias, la situación no ha mejorado. Aparte de que los embalses siguen en cifras preocupantes, «persisten las consecuencias de la guerra de Ucrania, los costes de producción se mantienen y hay mayor escasez de determinados insumos». Ante esta situación, «es necesario defender a los agricultores que siguen sufriendo el incremento de costes, las dificultades de la puesta en marcha de la nueva PAC y las condiciones de sequía», explicaba Fonseca, a la vez que abogaba por que «las flexibilidades deberían aplicarse durante el tiempo que sea necesario».
En el caso de UPA en Castilla-La Mancha las sensaciones son similares. A la vista del inicio de la campaña del cereal y de la climatología seca que están viviendo los agricultores en los últimos años -más allá de las lluvias de los últimos días- se calcula que «la campaña se quedará corta de expectativas», algo que condiciona al sector cerealista a la vista de cómo se ha desarrollado el ejercicio pasado, con problemas que la organización agraria ha denunciado en numerosas ocasiones.
El secretario provincial de UPA en Cuenca, Salvador San Andrés Gil, ha ahondado en estas perspectivas ante un arranque que viene marcado por los sobrecostes de los agricultores y el desequilibrio con los precios que reciben. «La campaña de cereal la vemos de manera incierta y complicada, con unos costes de producción cada vez más altos. Los abonos están al alza, los gasóleos, la mano de obra en talleres por las nubes, los recambios y fitosanitarios por las nubes», ha indicado San Andrés. «Todo esto reunido, con el precio del producto a la baja, muy inferior al del año pasado, nos deja con una situación nada halagüeña. Si a esta circunstancia le unimos que los rendimientos no superan los mil kilos por hectárea, no nos deja ser muy optimistas, la verdad».
Los cerealistas, como el resto del sector, se encuentran preocupados por que este tipo de campañas más reducidas de lo habitual vengan en años donde los costes de producción siguen en ascenso, con el precio del gasoil, abonos o la electricidad sin dejar de elevarse y obligando a los agricultores a sacar la calculadora a cada momento por la falta de viabilidad en muchos casos. Todo ello sin olvidar el clima. De hecho, por lo que refiere a los agricultores en secano «sabemos lo que hay. Aunque ahora hay que añadir las tormentas y precipitaciones torrenciales que hacen que nuestro suelo sufra daño de erosión y los productos que dañan, que no son indemnizables con los seguros agrarios, pero suponen una pérdida de nuestra producción», ha expresado el responsable de UPA en Cuenca.
Además de los condicionantes mencionados, los cerealistas, y también los agricultores de otras producciones, se encuentran con que cada vez hay más daños provocados por fauna. Ciervos, jabalíes, corzos o conejos están aumentando su densidad de manera continuada en muchas zonas de España, con el problema de que los siniestros que causan no suelen ser indemnizables por el seguro agrario, sobre todo si son recurrentes.
Esta organización agraria tampoco se olvida de las consecuencias de la nueva PAC y lamenta que, en el caso de los cereales, «la ayuda de la PAC supone porcentaje mínimo para los gastos por hectárea que existen ahora mismo. En concreto, el gasto medio por hectárea es de 600 euros en un cereal como cebada de secano, mientras que la aportación de la PAC es mínima. Estamos pendientes de que llegue la ayuda, parece que en torno a 120 euros por hectárea; algo que desde UPA hemos propuesto que se debe mejorar pues supone una quinta parte de los gastos». Eso sin mencionar «el elevado control administrativo derivado de estas ayudas, calificado de exagerado por muchos agricultores y que les desanima, pues la ayuda final apenas supone nada». UPA ha propuesto la mejora de esta ayuda para que sea compatible con la situación actual.
El agua da un respiro al olivar.
Las principales organizaciones agrarias (ASAJA UPA y COAG) han subrayado lo «positivo» de las lluvias caídas y que dan al olivar «un respiro» ya que se han producido de forma generalizada y no hay que lamentar daños destacables en el cultivo. Para el gerente y portavoz de ASAJA en Jaén (una de las principales provincias olivareras), Luis Carlos Valero, estas lluvias «han sido una bendición del cielo», ya que la situación era «muy alarmante» por «la pertinaz sequía». «Esto viene muy bien para la finalización de la fabricación de aceite dentro de la aceituna, o sea, es un frutal de hueso de invierno y ahora es cuando está madurando». Ha añadido que en el proceso de maduración de la aceituna, «el agua es determinante para hacer bastante más grasa y que suban los rendimientos», por lo que, independiente de que en algunas zonas haya producido algún daño localizado, hará aumentar la producción y en general ha sido «muy bien recibida y muy positiva, porque ha sido muy por igual y en cantidades muy abundantes».
Desde UPA Andalucía, su secretario general, Cristóbal Cano, ha dicho que han sido unas lluvias «muy bienvenidas, que esperemos sean el inicio de un periodo de precipitaciones que nos permita albergar cierta esperanza de cara a la próxima campaña porque, como todo el mundo sabemos, lamentablemente la presente ya poco se puede hacer», ha señalado el dirigente de UPA. COAG, por su parte, ha señalado que las lluvias «dan un respiro al olivar», que se encuentra en «una situación límite».