Gareth Southgate es el feo aunque rico pretendiente del fútbol moderno: conquista pero no enamora. Sus resultados son irrebatibles, su estilo más que cuestionable y el análisis apunta a una Inglaterra favorita… a pesar de su fútbol. Rácano y extrañamente defensivo, teniendo en cuenta que probablemente ninguna otra selección en el mundo tiene la nómina de atacantes de la que dispone el británico. Y, sin embargo, funciona.
Cuando el técnico de Watford enganchó la absoluta (septiembre de 2016), el objetivo era «devolver a Inglaterra a la cima del fútbol Mundial», una frase icónica y algo 'elevada' teniendo en cuenta que habían pasado 50 años desde su única final (y su único título) en la historia.
Southgate ha cumplido sobradamente con sus palabras. En cuatro grandes citas ha alcanzado tres veces las semifinales (Mundial de Rusia 2018 y las dos últimas Eurocopas, finalista, además, en la primera) y alcanzó los cuartos de final en Qatar 2022. Para poner en valor la efectividad de esta selección, Inglaterra llevaba 20 años sin superar los cuartos de final de una gran competición. De hecho, esas tres semifinales de cuatro intentos tienen aún más valor en el contexto histórico de una (se supone) de las mejores selecciones del planeta… que solo había jugado cuatro semifinales: en los Mundiales de 1966 y 1990, y en las Eurocopas de 1968 y 1996.
En esta edición, los ingleses pasaron la primera ronda empatando ante Dinamarca y Eslovenia, superando los octavos de final porque a Jude Bellingham le dio por meter un gol de chilena a Eslovaquia en el minuto 95, y llegando a los penaltis ante Suiza. Sus encuentros, en general, han sido un ladrillo entre pan duro y pan duro.