Las recientes manifestaciones multitudinarias para protestar por la situación de la vivienda -compra de pisos para especular, falta de viviendas sociales, precios abusivos de los alquileres, competencia tóxica de los pisos turísticos, muchos de ellos ilegales, etc.- denuncian la falta de interés de los gobernantes pese a la magnitud del problema. También delatan que la clase política cada vez tiene menos capacidad para captar las urgencias cotidianas que tienen los ciudadanos. El problema sin resolver de la vivienda reparte responsabilidades entre el Gobierno central, los autonómicos y los ayuntamientos.
Seis años lleva gobernando Pedro Sánchez y ministra en uno de sus Gabinetes fue la señora Reyes Maroto, a la sazón concejala del consistorio madrileño en los bancos de la oposición. Verla tras una pancarta protestando por el abusivo precio de los alquileres llamaba la atención y era la involuntaria metáfora del tartufismo que caracteriza a algunos políticos cuyo discurso no es que sea de geometría variable es que desafía las normas del decoro y la memoria. No es el único caso. Otro ejemplo de esa falta de coherencia explica las críticas del ministro Ernest Urtasun que también es portavoz de Sumar y que pese a formar parte del Gobierno señala que en orden a solucionar el problema "no valen los parches ni las medias tintas".
También las administraciones locales y autonómicas del PP han tenido tiempo para abordar este problema que no pocas veces se queda en discursos declarativos. El encarecimiento del precio de los alquileres y la reducción de la oferta en razón de la competencia salvaje de los pisos turísticos, un problema que agrava la falta misma de nuevas viviendas, es un problema colosal que genera situaciones anómicas que van desde la promiscuidad involuntaria porque para poder pagar un piso deban participar dos o más personas al retraso de la edad de emancipación de los jóvenes por falta de recursos económicos a la hora de conseguir una vivienda digna. En relación con este problema, la clase política más que dar soluciones lo que hacen son discursos en los que señalan las insuficiencias del contrario. Frente a este problema solo hablando no se entiende la gente, en este asunto hablando lo que se consigue es enfadar a la gente.