Lo confieso. Con rubor, con mala conciencia, y hasta un poco abochornado, que soy uno de esos dos millones largos de ciudadanos que se quedó a ver el estreno del esperado programa que tiene ese título ('Revuelta'), después del telediario de las nueve. No tenía mejor cosa que hacer en ese momento y me picó la curiosidad de saber en qué consistía y cuál era el motivo de la expectación que había generado la propuesta, parece que bien remunerada, del Sr. Broncano.
Tampoco sabía bien a que podía referirse el citado título, dadas las diversas acepciones que el término 'revuelta' puede tener. Porque una revuelta lo mismo puede ser un episodio agitado de alteración del orden, que formaría parte de un proceso más amplio, como puede ser una revolución, pero también puede expresar una acción mucho menos perturbadora y mucho más ordinaria (la de revolver un cajón para encontrar algo, la de reiterar un recorrido, cuando hablamos de vueltas y revueltas, etc.) Era un motivo añadido para la curiosidad.
Confesada la acción, debo añadir ahora el arrepentimiento. No encontré mayor interés; salvo el peculiar testimonio de la persona que seguía practicando el surf tras perder la vista, y solo con alcance limitado, lo demás me pareció inconsistente y aburrido. Tanto en las aproximaciones político/económicas, que parecían forzadas, como en las apelaciones a la competencia, que no venían a cuento, como en las invitaciones a corear por el colectivo asistente, como en los demás añadidos que iban apareciendo, en los que no encontré ni aportación ni gracia. Me quedé luego preocupado, pensando que no habría sabido pillarle el punto. Pero lo cierto es que no se lo pillé. Quizá cosa de la edad, de la falta de reflejos, de las preferencias ya consolidadas por el paso del tiempo, que no encajan bien con estos alardes. Quizá un poco de todo eso a la vez.
Así que es muy probable que en adelante deje de contar entre esos dos millones largos de televidentes, para lo que bastará que tenga a mano otra alternativa, que tampoco es probable que haya de ser necesariamente televisiva, que hay vida más allá de la pequeña pantalla. Aunque no quiero ser drástico con lo de que de esta agua no beberé. Acaso con el tiempo haga una revuelta (en el sentido de volver otra vez) por si cabe apreciar una evolución favorable. Que siempre debe haber una segunda oportunidad.