Después de una derrota, el 'gigante' herido repasa mentalmente toda la lista de verbos y adjetivos y adverbios, teje precipitadamente un par de excusas, repasa mentalmente el partido para salir frente a los micrófonos y explicar el fiasco. Rara vez lo asume con naturalidad:«Esto es un juego y ellos fueron mejores». No lo dicen. Sería como reconocer un fracaso estrepitoso, porque se supone que tanto presupuesto, tanta historia, tanta plantilla y tanta jerarquía se construyeron para, precisamente, evitar que el otro sea mejor.
Por eso resulta tan morboso y extrañamente satisfactorio escuchar al 'coloso' dañado. Su discurso se va articulando sobre pretextos muy peregrinos. Hay evasivas. Hay justificaciones de difícil venta. Y hay coartadas que no tienen un pase.
Xavi fue un jugador superlativo acostumbrado a la victoria y al dominio del esférico. Es posible que fuese mejor 'entrenador' de corto que ahora, cuando le toca organizar las piezas desde afuera y, sobre todo, cuando debe dar explicaciones de por qué el Barça parece un desastre.
El técnico habló de un equipo «en construcción». ¿Qué puede pensar el Girona, su rival el domingo, cuando año tras año debe buscarse las castañas del fuego entre cedidos y regateos en el mercado 'negro' de los modestos, donde los 'gigantes' ni siquiera se asoman a ver cómo huele? ¿Qué pueden pensar esos otros equipos que no tienen tiempo de estar «en formación» porque sus fichajes de dos o tres millones son monedas al aire... cuando los 'gigantes' gastan 40 ó 50, lo que asegura mucho más el tiro?
Venga, pues compremos el relato: si el Barça es un club en formación, habría que plantearse si Xavi es la persona idónea para 'darle forma'. Las dudas son cada vez mayores.