París entero esperaba que Mbappé, la estrella esquiva que les ha dado tanto y que se marchará a final de curso, les aportara el empuje definitivo hacia la final de la Champions.
El estratosférico atacante, que puja por ser el mejor del mundo, les debía una gesta antes de hacer las maletas o así lo contaba el imaginario colectivo de la capital francesa. Tras su mala actuación de la ida, tenía que aparecer en su último vuelo por el Parque de los Príncipes en Europa el pasado martes para recompensar a la que durante siete años ha sido su hinchada.
Pero el atacante galo no apareció. En la estela de la que ha sido su temporada más irregular, aunque con unas estadísticas igual de impresionantes, el delantero se enmarañó en la red montada por el Borussia Dortmund y no fue capaz de romper el muro amarillo.
Su cara al terminar el encuentro simbolizaba bien su decepción, la de marcharse de su ciudad natal sin dejar en sus vitrinas el trofeo más deseado, reflejo de la que sufre toda una ciudad que apenas podía imaginarse que este no era su año en la Liga de Campeones.
La ilusión era inmensa en las orillas del Sena y pasaba en buena parte por las botas del jugador de 25 años que le ha dado tanto. De sus pies han salido un total de 42 goles en 64 encuentros disputados con el PSG en la máxima competición continental (0,65 tantos por choque).
Pero volvió a quedar atrapado en el exceso de responsabilidad de las grandes ocasiones. El próximo domingo vivirá su último partido en el Parque de los Príncipes como local. Habrá que ver si la afición realiza algún tipo de homenaje o, por su parte, hay algún tipo de abucheo, a la imagen de su carrera, que ha discurrido entre la admiración y las rencillas por tantas afrentas, tantos anuncios de que su futuro estaba lejos.
A partir del próximo curso lo estará. Mbappé cierra una etapa y el PSG parece haber abierto otra, que no pasa por las grandes estrellas ni por los nombres sonoros.
La figura del técnico
La simboliza su entrenador, Luis Enrique, que ha sabido conectar con la grada y dotar de una personalidad que no tenía el club, lo que parece garantizar su continuidad.
Es cierto que el reconocido preparador español ha vuelto a quedar fuera de la lucha por el título europeo, pero no ha sido un fracaso como los de antes. Nunca desde que los cataríes llegaron en 2012 a París la ciudad había tenido tanta ilusión ni tanta esperanza y eso lo ha sabido construir el exseleccionador nacional.
Nada que ver con temporadas anteriores, como la famosa remontada de 2017 o la eliminación en el último instante contra el Manchester United en el descuento, tras haber ganado en Old Trafford 0-2 en 2019.
En esta ocasión, el presidente, Nasser Al-Khelaifi, se apresuró a asegurar que el rumbo marcado por el técnico será el que siga el equipo en los próximos años, lo que demuestra la satisfacción que existe en los despachos con el trabajo del entrenador, que ha arrastrado a los aficionados y a una buena parte de la prensa.
El asturiano, por su parte, no ha dejado de repetir que llegó a la capital francesa para construir un proyecto colectivo y en él ha tratado de embarcar a un jugador de talla mundial como Kylian Mbappé. Ahora, sin la gran estrella y todo lo que acarrea, tendrá vía libre para lanzar una nueva era en la que todo pase por él.
Un escenario en el que se desenvuelve de maravilla, como pez en el agua. Su trabajo pasará ahora por saber dar la vuelta a esta derrota continental, mirar el futuro con optimismo y preparar al club para lograr lo que lleva más de 20 años buscando.
Ahora deberá construir un grupo sólido, una idea de fútbol como él sabe hacer, un 'ejército' de soldados al servicio de una manera de entender este deporte.
El club además tendrá el talonario fresco liberado del salario faraónico del atacante, pero es poco probable que las directivas de Luis Enrique apunten a hacer locuras con ese dinero.
Tendrán que reforzarse, sin duda, pero no lo harán en busca de jugadores de renombre que no encajen en el esquema colectivo del cuerpo técnico.
Una receta que parece gustar en la dirección deportiva del PSG, tras tantos años en pos de un brillo que no ha logrado encontrar con las grandes figuras del mundo. El cuadro galo volvió a caer en Europa pero, al menos, ahora tiene una trayectoria en la que cree.
Si la paciencia de Catar aguanta y los resultados acompañan a partir de la próxima campaña, el que fuera entrenador del Barça puede encarnar la nueva etapa que deja huérfana la salida de Mbappé.