La tensión sigue al alza en Kosovo, donde decenas de manifestantes serbios volvieron a concentrarse frente a los Ayuntamientos de los municipios de Zvecan y Leposavic, en el norte de la región, que están custodiados por soldados de la OTAN, para pedir la retirada de los alcaldes de la mayoría albanesa, cuya autoridad no reconocen.
Efectivos de la KFOR, la misión de la Alianza, han reforzado en los últimos días las barreras de metal con alambre de cuchilla frente a las instalaciones públicas después de que el pasado lunes se produjeran violentos choques que dejaron más de 80 heridos, 30 de ellos militares.
Estos disturbios son los más graves ocurridos desde hace años en Kosovo, donde la minoría serbia sigue rechazando la autoridad del Gobierno kosovar, 15 años después de que se independizara de Belgrado de forma unilateral. Pero el proceso no es algo puntual y viene de muy lejos.
¿Por qué hay disturbios?
Los serbios del norte de Kosovo se niegan a aceptar la autoridad de los alcaldes de cuatro municipios donde esa comunidad es mayoría. Esos regidores, de etnia albanesa, fueron elegidos en abril.
La tensión comenzó el pasado viernes, cuando los serbios bloquearon el acceso de los ediles a los ayuntamientos y la Policía kosovar les abrió paso a la fuerza, algo que fue criticado por EEUU, el principal valedor de Kosovo. Y desde el pasado lunes hay protestas a diario, aunque ninguna ha sido tan violenta como la inaugural.
¿Qué quieren los serbios?
Exigen la retirada de los alcaldes y de las unidades especiales de la Policía kosovar. Dicen sentirse discriminados por el Gobierno central y exigen que se les conceda un cierto nivel de autonomía, algo acordado en 2013, pero que Pristina no aplica, argumentado que eso atentaría contra la integridad del país.
¿Cuál es la postura de Belgrado?
El presidente serbio, Aleksandar Vucic, promete que nunca reconocerá la independencia de su vecino, un asunto delicado, ya que cualquier actitud conciliadora le podría costar el apoyo de los votantes más conservadores y nacionalistas.
Belgrado considera Kosovo no solo como una parte de su territorio, sino como el origen casi mítico de la nación, en parte porque allí están los principales centros del cristianismo ortodoxo serbio.
¿Y la de Pristina?
El primer ministro, Albin Kurti, también es nacionalista, como Vucic, y hace años incluso reivindicaba la unión de Kosovo con Albania. Afirma que no retirará a los alcaldes elegidos y acusa a Belgrado de provocar tensiones mediante el envío de grupos extremistas y violentos.
¿Qué papel juegan la UE y Estados Unidos?
EEUU apoyó desde el principio la independencia de Kosovo, y también lo hacen ya 22 de los 27 países de la UE -todos menos España, Grecia, Rumanía, Eslovaquia y Chipre-.
La Unión lleva años mediando para que Pristina y Belgrado mejoren sus relaciones, una condición para que algún día puedan entrar en el bloque comunitario, y ha puesto un nuevo plan sobre la mesa. Un plan que prevé que ambas partes no se bloqueen en los foros internacionales y normalicen sus relaciones en numerosos ámbitos.
EEUU criticó primero el uso de la fuerza por la Policía kosovar y luego los ataques serbios a los soldados de la OTAN. Para rebajar la tensión, propone que los alcaldes sigan ejerciendo, pero no desde los edificios de los ayuntamientos, y que las Fuerzas especiales kosovares se retiren. La UE ha pedido, al igual que EEUU, que las dos partes eviten una escalada de la tensión.
¿Qué dicen Rusia y China?
La crisis de Kosovo se juega también en el tablero internacional y es un escenario más del choque entre potencias. China y Rusia, que no reconocen la soberanía de Kosovo, dicen que el problema es que no se respetan los derechos de los serbios.
Moscú acusa a Occidente de instigar el conflicto y de vulnerar la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, que preveía una negociación para crear «un gobierno autónomo sustancial» para Kosovo, teniendo en cuenta plenamente los principios de soberanía e integridad territorial de Serbia.
Serbia, que aspira a entrar en la UE, pero tiene excelentes relaciones con Moscú, se mantiene equidistante en la guerra de Ucrania, condenando la invasión pero sin unirse a las sanciones europeas contra Putin.