Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


La jornada escolar

22/09/2024

En este mes de septiembre en que comienza el curso escolar en todos los centros españoles, se vuelve a hablar de un asunto que pareció definitivamente aceptado por los estamentos que forman la comunidad educativa: la distribución de la jornada lectiva. Durante los años en que yo inicié mi escolarización, había clases en jornada partida respetando la pausa a medio día para la comida, para retornar a las aulas en horario vespertino. Yo he ejercido la docencia en jornada única en el Instituto, comenzando en la mañana temprano-a las 8,15-y terminando a las 14,20, con una breve pausa en torno a las 11,30 para el bocadillo. Es difícil creer que los alumnos mantengan la atención necesaria durante un periodo tan largo a lo largo del día y puedan tener el aprovechamiento suficiente de sus clases. Como suele ocurrir en todas las situaciones que afectan a nuestra sociedad, la opinión pública está dividida. Y esta división se expresa con toda claridad, por sectores: sindicatos de profesores defienden la jornada única y continuada, las asociaciones de padres de alumnos que se han pronunciado, no son tan unánimes como las opiniones de los profesores, pero parece que prefieren la jornada partida de modo mayoritario. Los pedagogos, en su mayoría, aconsejan la jornada partida basándose en el grado de aprovechamiento que los alumnos puedan mantener durante un tiempo limitado. Este debate reaparece cuando nos llegan los informes de la UE según los que el nivel de preparación de los alumnos españoles es el más bajo de los presentados por los países que configuran la Unión Europea. De modo muy señalado en comprensión lectora y en cálculo matemático. Cuando hablamos de la enseñanza, tendemos a infantilizarnos y apocopar el lenguaje-el cole, la seño, el profe, las mates-en consonancia con el menguante nivel de exigencia propuesto por la Lomloe. Parece que la educación es un juego de niños donde lo importante es que los alumnos se diviertan. Debería tomarse en serio la educación de los jóvenes que serán la base de la sociedad española: formar ciudadanos capaces de desempeñar su trabajo con responsabilidad y eficacia.