En 1939 se creó en Quintana del Puente el Sanatorio Militar Antituberculoso, denominado Sanatorio Militar General Varela, gestionado por las Hermanas Mercedarias de la Caridad, para albergar a militares con tuberculosis. La altitud (se construyó en un monte) y el clima seco eran ideales para el tratamiento de esta enfermedad.
La construcción se llevó a cabo por presos políticos (eufemísticamente se les denominó Batallón de trabajadores), que se vieron obligados a acarrear a hombros vigas de hierro y cemento, sacos, etc. desde pueblos colindantes.
El profesor Sotero García Ortiz, en su libro sobre Quintana, habla de condiciones laborales y alimenticias deplorables que padecían estos presos, lo que sería la causa de la epidemia de tifus que se desató y que para evitar contagios obligó a construir un refugio para mendigos ambulantes denominado la pobrera. Otras medidas tomadas ante la epidemia fueron suspender los trabajos, aislamiento, quemar las ropas infectadas y reforzarse con material sanitario.
Sanatorio de tuberculosos y colonia infantil en Quintana
Cuenta este autor que los presos obligados a trabajar allí formaron un equipo de fútbol y una banda de música, y algunos establecieron relaciones amorosas con chicas del pueblo y de pueblos colindantes como Palenzuela o Cordovilla la Real, formándose algunos matrimonios.
También cuenta Sotero García que en la tramitación para la construcción hubo resistencia por parte de los vecinos. El Ayuntamiento ofreció gratuitamente los terrenos, pero los propietarios no estaban de acuerdo en donarlos. El Ayuntamiento no podía hacer frente a una expropiación, por lo que el ejército ofreció una 'gratificación' de 13.423,80 pesetas. Los propietarios lo consideraron una expropiación arbitraria, con la que no estaban de acuerdo pues consideraban que perjudicaba tanto la riqueza local como la particular de sus propietarios ya que se veía afectada tanto la recría de caza como los cultivos.
Las instalaciones contaban con bloques de varios pisos de los que los residentes no salían cuando había epidemias, casas para los suboficiales y para el personal subalterno, etc., contando con más servicios que el propio pueblo: agua caliente, cocina, trastero…
En un principio tenía capacidad para 250 enfermos, pero se fue ampliando hasta alcanzar la cifra de 350 camas, más otras 60 para los funcionarios.
Disponía de una escuela para los hijos de los empleados y un cine al que podían acudir los niños del pueblo pagando 2 pesetas.
El sanatorio, como institución, mantuvo disputas con el municipio por la negativa a pagar impuestos por la venta de bebidas alcohólicas, por vertidos de residuos fecales hacia tierras de los vecinos causando malos olores, peligro de infecciones, etc.
Los fallecimientos por la tuberculosis eran numerosos, lo que obligó a ampliar el cementerio y las fosas. Los más mayores del pueblo recuerdan el ulular de las ambulancias, lo que suponía fallecimientos. Los niños que eran monaguillos subían al campanario a tocar a muerto, con el miedo en el cuerpo tanto por los muertos como por estar a oscuras en el campanario.
La tuberculosis fue erradicándose. El antibiótico estreptomicina y las mejoras en higiene y alimentación lo hicieron posible. En 1955, los últimos enfermos fueron trasladados al hospital militar de Ronda (Málaga), y el centro se convirtió en una colonia infantil, con el nombre Colonia Infantil General Varela, para hijos de militares y para hijos de los empleados del centro.
De esta nueva etapa hablaremos en el próximo capítulo.