Fernando Martín Aduriz

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Fernando Martín Aduriz


Pegan a un niño

09/10/2023

La lectura, una vez más del texto freudiano de Pegan a un niño, que estudiaremos en un Seminario de Psicoanálisis en este curso que comienza, se produce a la par que escucho quejas y quejas acerca de los niños. El texto nada tiene que ver con la educación, sino con una fantasía muy conocida en que una niña muy pequeña manifiesta ante sus padres esa frase como resultado de su imaginario. Tiene muchas vueltas, incluida la acción inversa, un niño pega a otro niño. Los psicólogos infantiles que leyeron ese famoso texto saben que contiene lo esencial de las relaciones fantasmáticas de un niño. Aunque también evoca un hecho innegable, las disputas entre niños desde la escuela infantil, y una arcaica manera de educar a los peques consistente en pegarlos una y otra vez. Hoy improbable, pero el golpeo sigue en el recinto sagrado de las casas. Desde luego no es el asunto. 
Ahora bien, cada vez más adultos se quejan de lo insoportables que son los niños del momento, y piensan algunos, y lo dicen, en el retorno a la galleta, al chuletón, el azote y demás vocabulario. ¿Cómo evitar ese recurso?
No es comprensible para muchos de nosotros, que venimos de haber vivido una infancia a estallar de niños y de niños, muy diferente a la actual, que estos pequeños monstruos de hoy sean tan ruidosos, tan molestos, tan maleducados. Y están todos en España, pues el fenómeno no acontece en otros lares con esta virulencia. 
Como en Pegan a un niño, lo esencial sería aislar la figura del automatismo de repetición. Pasar a otra pantalla (no es la mejor metáfora, ya lo sé), es decir, que el niño abandone el juguete, el objeto con el que da la brasa, o que devuelva ese objeto a su legítimo dueño, es posible si entendemos la función del aferrarse en la vida a lo que nos da placer. Pensemos lo que cuesta abandonar a una pareja tóxica, o un puesto de trabajo, o una simple manía o vicio. La repetición nos da seguridad, y goce. Hace falta algo más que palabras, pero sobra iniciar una espiral de violencia.

ARCHIVADO EN: Psicología, Niños, España