Bailaban toda la noche, tomaban drogas, se liaban unos con otros sin consideraciones morales; eran los años 80 del pasado siglo y Madrid se destacó internacionalmente por sus desvaríos -La Movida-, como emblema de un país que salía de la dictadura franquista entrando en orgiásticos desenfrenos, alabados por muchos extranjeros como símbolo de lo moderno. Fuera del cine de Almodóvar o la fotografía de Ouka Lele y algunos pocos creadores, hubo demasiados cadáveres, víctimas sobre todo de la heroína. Se consideraba aquella una locura festiva y creadora, cuyos frutos hoy vemos no fueron tan esplendorosos como predicaban algunos profetas de la modernidad.
Según un último estudio (The European House-Ambrosetti), habitamos en el país europeo con mayor porcentaje de pacientes mentales. Esquizofrenia, depresión, ansiedad, bipolaridad, desórdenes intelectuales o en la conducta... Después nos siguen Portugal y Grecia. Dos de cada 10 españoles sufren problemas mentales. Eso significa que los sufrimos todos: unos por padecerlos en el cuerpo, otros por convivir con ellos o por sufrirlos con familiares, amigos o enemigos... ¿Qué provoca tanto mal?
Es tópico considerar a España como un país de radicales, de extremos en el comportamiento, y esto se ha desplazado en los últimos años a la política, con funestos diseños legislativos, terribles consecuencias: no es buena solución permitir la impunidad de quienes ocupan una casa ajena como remedio al grave problema de la adquisición de una vivienda que sobre todo sufren los más jóvenes, pero así sucede con muchas leyes tejidas en un extremo y cosidas malamente con las antiguas.
Hemos sufrido las elecciones para escoger las autoridades que queremos, entre calores también extremos, y seguimos sin resolver los desaciertos de unos y otros. El presidente del Gobierno, antes de organizar la investidura de quien fuere, huye de vacaciones a Lanzarote, a descansar junto al océano... El país queda, sin embargo, sumido en una terrible sensación de impotencia y cierto caos, pues no se sabe quién mandará, cómo lo hará, aunque sí sabemos que no tendrá mucho poder... Demostrado queda que España es un país muy diverso y quien no sepa o quiera manejar su pluralidad en modos de vivir y sensibilidades lo va a tener muy difícil. Teniendo en cuenta lo sucedido en los últimos tiempos, tampoco parecen fáciles los justos o injustos medios entre tanto extremo.
También yo huyo a mi refugio, para nadar en otro mar y habitar mis sueños, pues necesitamos vacaciones, olvido de tantas broncas políticas, y volver a encontrarnos con los demás, mejor en la terraza de un bar, con una fresca cerveza cerca. Locos o no, démonos la mano y riamos un poco, volvamos a sentirnos fraternalmente unos y otros pese a las grandes diferencias, aunque habitemos muy diferentes ideas. Al compartir el buen yantar, fiesta o descanso, podemos hermanarnos y hallar por fin algo de paz.