Va todo tan deprisa, Biden incluido, pasan tantas cosas por minuto, aunque estemos en verano, que ya casi nos hemos olvidado del estremecedor episodio del pasado viernes, Sí, hombre, sí, ese error humano, o fallo informático, o misterio de la ciencia que dejó a miles de pasajeros en tierra, que retrasó vuelos y más vuelos, que obligó a suspender consultas médicas, que hizo retornar a los tiempos del papel y el boli a otras cuantas, que afectó a bancos, farmacias… El mundo semiparalizado precisamente por haber pretendido reforzar la seguridad de las maquinitas. Según he oído y leído, el programa Falcon de la empresa estadounidense CrowdStrike, líder del mercado de ciberseguridad, puso en marcha una actualización que afectó a los ordenadores con sistema operativo Windows, de la empresa norteamericana Microsoft. La referida actualización provocó al instante que las computadoras no funcionaran. En muchas apareció la temida 'pantalla azul de la muerte', forma más o menos poética y enigmática de decir que aquello no rulaba y que no cambiaba de color. Sorpresa, inquietud y miedo. Y necesidad imperiosa de cancelar operaciones o aplicar soluciones manuales, o sea folio y lápiz. Como todo lo que procede de Estados Unidos enseguida se extiende, pues con esto sucedió lo mismo. Y el mundo, sobre todo el de las empresas y agencias de viajes, contuvo el aliento. La solución llegó pronto, pero los efectos del problema duraron bastante más. Y sus repercusiones vitales y anímicas pueden ser casi eternas. Lo del viernes ha revelado lo vulnerables que somos estando como estamos en manos de muy pocas entidades y sin un organismo que regule a nivel planetario estos asuntos. No es fácil de entender que una actualización de ¡seguridad! en una sola empresa dé lugar a lo que dio lugar y a acarrear los daños que acarreó. Fue un error involuntario, de acuerdo, pero ¿no puede volver a suceder por la acción de miserables, chantajistas o vengativos? No cabe aplicar el «aquí no ha pasado nada, ya está arreglado». Sí ha pasado: somos mucho más inseguros y vulnerables que ayer. ¿Y menos que mañana?