La materia orgánica es vital para el suelo

SPC
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El enriquecimiento del terreno es esencial tanto para la agricultura como para el secuestro de carbono atmosférico. Puede ser fértil durante generaciones «si se cuida bien»

La materia orgánica es vital para el suelo - Foto: Foto de Jan Kroon vía Pexels

El pasado 7 de julio se celebró el Día de la Conservación del Suelo, fecha que ha servido para recordar que, actualmente, «el 33% del territorio se encuentra de moderada a altamente degradado debido a la erosión, salinización, compactación, acidificación y contaminación química de los suelos», según el estudio 'Estado Mundial del Recurso Suelo' de la FAO.

La profesora de Edafología y Química Agrícola de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid, María José Marques Pérez, señala que «la planificación es fundamental» en el uso de los suelos para labores agrícolas, porque «hay suelos que sí se pueden transformar a cultivos y otros que, como se transformen, los matas, porque son superficies delicadas». Existen «varias clasificaciones de suelos», explica, que indican qué suelo puede destinarse a la agricultura; y subraya que «el modelo económico del consumo y del desarrollismo actual para producir mucho en muy poco tiempo es destructivo».

Según Naciones Unidas, el 95% de los alimentos que consume la humanidad proviene del suelo, por lo que Marques sostiene que «un suelo sano, enriquecido con materia orgánica, desempeña una función crucial en la regulación de la retención y disponibilidad de agua». La corteza terrestre tiene «vocación de permanencia en el futuro» y puede ser fértil «generaciones y generaciones si se cuida bien y sin llegar a explotarlo hasta que se destroce», añade.

Sin embargo, la profesora sostiene que en el sur de Europa, y concretamente en España, el suelo tiene «muy poca materia orgánica, es un suelo que ha perdido la capa más fértil, la que tiene más vegetación y más humedad. Esa capa en los suelos agrícolas se ha perdido por la erosión». El suelo agrícola en España supone «ahora mismo un tercio del territorio», dice (16,8 millones de hectáreas según el Ministerio de Agricultura), es decir, «un tercio del territorio con poca materia orgánica y erosionado, con poca profundidad y un problema enorme de agua».

Marques explica que para enriquecer el suelo se puede utilizar compost, estiércol, purines y lodos de depuradora, pero «siempre con un tratamiento adecuado» de cada uno de esos componentes antes de su aplicación y en el caso de los lodos «siempre que no contengan elementos peligrosos o contaminantes como metales». Sobre el compost, señala que es un material que en sí mismo «no es caro», pero exige espacio, tiempo y transporte.

Para proteger los suelos habla del «mínimo laboreo o la siembra directa», es decir, labrar la tierra lo menos posible en el primer caso y en el segundo dejar los residuos vegetales de las cosechas y sembrar en medio sin labrar, aunque en este caso «tiene un contrapunto, y es la utilización de herbicidas, entre otros el glifosato, que está muy cuestionado».

Respecto a la agricultura regenerativa, asegura, «se ponen cubiertas vegetales y no se utilizan pesticidas» para que el suelo se regenere, haya más biodiversidad y más microorganismos que «puedan hacer todas las funciones que hacían antes». Se pretende que el «suelo viva y tenga toda esa corte de plantas y animales que ayudan a que funcione como un ecosistema de verdad, donde cada uno hace su labor».

Porcentaje muy bajo

Marián Lorenzo, experta en residuos, medio ambiente y ordenación del territorio y miembro de la Plataforma Aire Limpio Norte de la Comunidad de Madrid, asegura que los datos que reflejan la cantidad de materia orgánica presente en el suelo «son preocupantes». Por ejemplo, «en España se dispone de menos del 2%, estando muchos territorios en torno al 1%, cuando un suelo agrícola debe contar con un 5%». Esa necesidad de materia orgánica del suelo «es incontestable y fundamental para mejorar su estructura y biodiversidad, retener humedad y mejorar sus funciones biológicas». Lorenzo hace hincapié en que los alimentos vienen del suelo y «es un suelo sano el que proporciona cultivos resistentes frente a enfermedades y productos con los nutrientes necesarios para aportar a nuestro cuerpo lo que precisa».

Explica que separando en origen y transformando en compost mediante un proceso de compostaje aerobio los biorresiduos procedentes de los residuos municipales se devuelve al suelo la materia orgánica que antes se había tomado para la producción de alimentos. Al mismo tiempo, esta práctica contribuye a luchar frente al cambio climático, «pues durante el proceso de compostaje se produce una captura de carbono evitando su emisión a la atmósfera y se mejora la capacidad de retención de humedad de los suelos frente al avance de la desertificación».

«Desde 1961 hasta 2017, la producción total de cereales creció en un 240% debido a la expansión de la superficie cultivada y al aumento del rendimiento», aseguran los científicos del Grupo Intergubernamental de expertos sobre cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en su informe 'El cambio climático y la tierra'. El aumento de la producción agraria obliga a un incremento del uso de fertilizantes nitrogenados, del volumen de riego o de la cantidad de cabezas de ganado rumiante, según el IPCC. Estos cambios «provocan degradación de la tierra y desertificación», añaden.

La coordinadora del área de agroecología de Ecologistas en Acción, Elena Alter, señala, por su parte, que el cambio a la agroecología «mejora la calidad del suelo porque, cuando se produce la recuperación, vuelven las sinergias naturales» que conllevan también «incrementos en la productividad». Alter apunta que «existen varias técnicas», pero «simples» prácticas como la «rotación de cultivos» beneficiosos como las leguminosas entre un cultivo y otro permiten «fertilizar con nitrógeno el suelo».