Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


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09/11/2024

Tiburcio se despertó sobresaltado, colgado de las manecillas de un enorme reloj en lo alto de un rascacielos, al más puro estilo de Harold Lloyd en Safety Last! El viento soplaba fuerte, y desde su posición privilegiada, podía ver la ciudad extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista. Mientras se balanceaba, sus pensamientos vagaron hacia una pregunta que siempre le había intrigado: «¿Qué es la nada al final del todo?» Miró el horizonte y pensó si ese era el límite del mundo o si había algo más allá. ¿Era la nada un vacío absoluto, o simplemente un espacio esperando ser llenado con nuevas posibilidades? Con cada segundo que pasaba, el reloj marcaba el tiempo, recordándole que el final podría ser solo el comienzo. Quizás, la nada era una puerta hacia lo desconocido, un lienzo en blanco listo para ser pintado con los colores de la imaginación. Sin más, vio un mundo donde la humanidad había desaparecido y la naturaleza había reclamado su lugar. Los edificios cubiertos de enredaderas, las calles desiertas llenas de vegetación y los animales salvajes vagando libremente. Y en medio de sus reflexiones, un movimiento llamó su atención: un perro de color amarillo, con un brillo peculiar en sus ojos, lo observaba desde una cornisa cercana. Hablaron y le dijo que deseaba ser una tesela romana que contara historias de héroes y dioses. Tiburcio sonrió ante la idea. El chucho, con su pelaje dorado resplandeciendo bajo el sol, parecía entender la importancia de los anhelos, sin importar cuán extraños o imposibles pudieran parecer. Así, inspirado por sus pensamientos y la visión del gozque, Tiburcio decidió que era hora de plasmar sus reflexiones en palabras. Al regresar a tierra firme, anunció con entusiasmo: «Voy a escribir mi primera novela: El afilador de relojes. ¿El tiempo es la nada o el todo?» Mientras se preparaba para esta nueva aventura, recordó una reflexión que había leído en algún lugar; «Tal vez, contando cuentos extraños, al más puro estilo de Berlanga, las cosas se entiendan mejor». Con esta idea en mente, se puso tareas. La primera, ver la película Amanece, que no es poco. Pero en el fondo no dejaba de ser un sujeto timado por el propio tiempo pasado. Lo de ser hombre mosca no lo tuvo muy claro.

ARCHIVADO EN: Naturaleza, Novela